Santiago Aguilar Morán / @literatango
Una extraña casualidad hizo que a metros de la casa de Virgilio Hernández se montara un operativo. Un policía le informa al exlegislador que debe detenerlo pues sobre él pesa una orden de prisión. La ligereza del gendarme es solo comparable con la torpeza de la ignorancia. ¿No sabía que Hernández se presenta cada lunes en la Fiscalía? ¿No sabía que porta un grillete electrónico?
Si no se tratara de una flagrante violación de los derechos y de una escandalosa persecución, el caso sería risible, pero no. Es grave, muy grave que una institución no pueda dar explicaciones sobre las razones de la detención de un ciudadano. Supongamos por un momento que no se trata de un exlegislador al que persigue el gobierno, sino que se trata de usted.
¿No sería lógico que si un policía quiere detenerlo le explique las razones para pretender privarlo de su libertad? Si en un operativo policial, la autoridad le dice que cuando llegue a la Unidad de Flagrancia le van a explicar recién las razones de la detención… ¿Qué haría usted? Seguramente en esos momentos será difícil mantener la calma y sosegar el ímpetu.
Y en este pequeño país uno vive así, entre la indignación y la impotencia. ¿Qué se puede hacer? A veces la música tiene las respuestas y, si estuviese en los pies de Virgilio Hernández, mientras me llevan hacia lo desconocido, personalmente, me repetiría esto: “Mi venganza personal será decirte: ¡buenos días!, sin mendigos en las calles. Cuando en vez de encarcelarte te proponga te sacudas la tristeza de los ojos”.
Hubo un tiempo en el Ecuador en el que la Policía torturó, desapareció y persiguió a quien le incomodaba… Pregunto: ¿hubo un tiempo en el Ecuador en el que la Policía torturó, desapareció y persiguió a quien le incomodaba?
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