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Quito vivió un 8M combativo y solidario (crónica)

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Juan Carlos Cabezas

Quito, 08 maz (La Calle).- A Miriam Militaxi la rebeldía le corre por la venas. Por eso trajo a su nieta Sofía, de siete años, a las jornadas de este 8 de marzo en Quito.  “Soy madre soltera y lucho por mis hijos al igual que mis compañeras de trabajo. Trabajamos tan duro por sueldos básicos, que, en realidad, solo sobrevivimos. Mi única esperanza es que mi nieta no viva lo que a mí me toco”, dice con altivez.

Desde las protestas de octubre de 2019, el Parque del Arbolito no se mostraba con tantos policías, con sus armaduras antimotines y una multitud cada vez más conectada. A las 09h40 de este 8 de marzo, ya se repartían pasquines, banderas, pañuelos y proclamas. A la par se alistaban teatreros y su representación de la familia tradicional, los últimos retoques a los monigotes de políticos, los preparativos de los familiares de desaparecidos y sus banderas, como los de aquellos que reclaman por las acciones del Estado por su omisión o participación directa en la violencia nuestra de todos los días.

La marcha arrancó con problemas. Las policías acordonaron la cabeza de la manifestación: los primeros roces y la conciencia de que cada palabra es una cerilla inextinguible.  El sol hacía  más visible los motivos de esta reunión masiva. “Son tantas voces, si se juntan todas, usted entenderá que se busca cambiar la realidad, la vida misma”, comenta Soledad Arguello, una estudiante de 25 años, a su lado caminaba Alicia Taipe, quien vende frutas entre las avenidas 10 de Agosto y Colón.

A ella le preocupa la reducción de al menos el 60% de las ventas diarias y el aumento en el costo de los productos. “Si apenas queda para comer una vez al día”, dice son resignación.

Detención arbitraria e ilegal

Estamos a la altura de la 10 de Agosto y Bogotá, aquí los edificios hacen de caja de resonancia de las consignas en contra de la ministra de Gobierno María Paula Romo, como de tantas otras mujeres que, desde el escalón de poder, humillan al resto. “Hay mujeres opresoras y mujeres oprimidas,  hay mujeres que trabajan y otra que explotan”, se escucha casi llegando a San Blas.

Ya cerca del Banco Central, la policía detuvo a Andrés Andrade ante las quejas de todos los presentes. ¿Su delito? Llevar antorchas apagadas, ¿su delito? Todos lo saben: apoyar este acto masivo y solidario. Se lo llevaron en una camioneta sin placas, entre las quejas de la ciudadanía, que no entendía cómo es que aquí hay tanta policía, pero ni uno solo al momento de las pericias legales de los desaparecidos.

Son tantas las banderas de lucha: la soberanía del cuerpo, la lucha contra el patriarcado, la consolidación de nuevos modelos de familia, el deterioro de la economía, la violencia municipal, etc… que no habrá 8 de marzo que alcance.

Seguiremos mañana y pasado: nadie se cansa…