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¿Por qué hay que hablar de Carapaz? | OPINIÓN

Luis Padilla Charpentier / @luispadillach

Sus duras palabras se interpretaron mal por algunos. No se queja de quienes lo seguimos y nos alegramos con sus logros. Se queja por ser la excepción y por haber visto a muchos potenciales excelentes ciclistas quedarse en el camino. Se queja a nombre de todos quienes ganan -a pesar- del Ecuador. Incluso a nombre de quienes perdieron esa guerra.

¿Alguien tiene idea de cómo llegar a competir una olimpíada? ¿Qué decisiones deben tomar las familias para apoyar a un deportista que inicia? 

No solo se hacen gastos en equipos e implementos: se paga por entrenamiento, alimentación especial, viajes a los puntos de competencia, hospedaje, etc. Todo, a veces, sin siquiera un equipo o un club. 

En nuestro país, esos niños y adolescentes que llegan a clasificatorias, cantonales, provinciales, clásicas y cualquier otra competencia, lo hacen solos con el único apoyo de sus familias. 

¿Auspicios privados? He visto a downhilleros de élite llevar las marcas más afamadas del deporte en sus trajes a cambio de gafas, llantas, servicio técnico. Ni se sueña en Ecuador formar un presupuesto en base a los sponsors. 

¿Auspicio privado a escala regional? La lotería es más fácil. Inviertes en competir a nivel internacional con los gastos a cuesta de tu familia con una sola opción: ganar y ser espectacular. No hay nada para el segundo ni el tercero, a veces ni para el primero si no cuadra en el perfil de una marca de afuera.

Carapaz logró su sueño, pero es probable que haya tomado la decisión de no sucumbir ante el ego que lo transforma en gigante, si no que baja del podio para hacer este reclamo colectivo. Nos estamos perdiendo de mucho en una discusión boba y patriotera. 

Cuando te alegres al ver a Richard Carapaz a Chito Vera o Jonathan Camacho o de cualquier tenista ecuatoriano piensa en cuánto dio su familia y cuánto el Ecuador para ellos. Cuántos como ellos no están en el podio, qué está haciendo mal este país.