Por: María Isabel Burbano
Quito, 24 may (La Calle). – En los 365 días que han seguido a la posesión de Guillermo Lasso como presidente del Ecuador no faltaron las declaraciones incómodas que más de una vez han puesto en aprietos al presidente, como declarar que habían vendido el avión presidencial cuando el trato no se cerró.
También las hubo de carácter político y es allí donde aparece la que, presumimos, es la palabra favorita del presidente: “huevos”. No hablamos de los que son fruto de las gallinas, sino de una acepción un poco más mundana como son los testículos. En más de una ocasión, Lasso ha utilizado la palabra, ya sea para regañar a una autoridad o para atacar a sus opositores.
En febrero durante una visita a Balao, el presidente le reprochó como si de un niño se tratase al alcalde de ese cantón y puso en tela de duda su capacidad de trabajo. “Y si viene de nuevo la crecida del río? Nos fregamos. Señor alcalde, con mucho respeto, como hablamos claro en la Costa, desahuévese”, le dijo a Jonathan Molina del PSC. El partido saltó en su defensa, advirtiendo que no es propio de un presidente tratar con actitud grosera a una autoridad.
No fue la primera vez. En una entrevista con AER en octubre del 2021 dijo que tenía los “huevos” en buen estado para gobernar, añadiéndolo como un requisito para hacer un trabajo que, en su caso, ha dejado mucho que desear. “Para gobernar se necesita cabeza, corazón y huevos. Yo tengo un gran estado de salud; pero especialmente, mi cabeza funciona, mi corazón funciona y mis huevos también”.
La discusión con Nebot
Para mayo, Lasso decidió no guardarse nada. En una entrevista en Loja habló de Rafael Correa y Jaime Nebot. Dijo que el primero tenía miedo y el segundo, envidia “porque no tuvo los huevos para ser candidato y claro, ahora que se quedó en su casa, pues tiene una envidia y unos celos que se dedica todo el día a cranear cómo desestabilizar la democracia ecuatoriana”. La ironía de la vida es pensar en Nebot acompañándolo a los mítines en campaña y aplaudiendo mientras él decía que es viernes y el cuerpo necesita una cerveza. Justo cuando estábamos en mitad de la pandemia. Abrazándolo cuando ganó la segunda vuelta y el emotivo discurso donde el banquero le agradeció el apoyo del Partido Social Cristiano para que llegue a la presidencia.
Lasso vive el triunfo de la “huevocracia”. Mira al país como un gallinero y a sus detractores políticos como los gallos con quienes compite para ver quien tiene “huevos”. Tanto que se le olvida que la cualidad más importante de un estadista es su inteligencia para gobernar y prudencia al hablar.
Los conspiradores contra el gobierno
A Lasso también parece que se le olvida quien está en el gobierno. La culpa ha pasado de mano en mano, según el relato del presidente, todos quieren hacerle daño y retirarle su estabilidad en Carondelet. En una entrevista con Carlos Vera bautizó a Nebot, Correa y Leonidas Iza como el “triunvirato de la conspiración”.
“Si, porque apenas cumplí 100 días de gobierno donde logramos un éxito destacado a nivel mundial en la vacunación. No esperaron a iniciar los ataques que, empezaron desde el 18 de septiembre cuando el señor Correa critica mi trabajo, al día siguiente el líder del partido Socialcristiano con idéntico discurso. A ellos se junta Leonidas Iza que quiere repetir octubre de 2019 que él califica como epopeya. Quieren apelar a la Constitución simplemente porque tienen una mayoría de votos”.
Las expresiones del presidente dejan mucho que desear. No es el primer político, sin embargo, en recurrir al insulto o las palabras soeces para demostrar que lleva razón en todo. El antiguo Congreso Nacional no solo era testigo de golpes y cenicerazos, también de insultos entre los diputados. León Febres Cordero, ya en la alcaldía de Guayaquil, diciendo que él no se ahuevaba jamás.
El primer ministro británico, Winston Churchill decía: “El tacto es la habilidad de decirle a alguien que se vaya al infierno de tal manera que esté esperando hacer el viaje”. Algo que el presidente, con sus expresiones, ha demostrado que claramente no sabe hacer. Un año después, en su gobierno ha triunfado la «huevocracia», mientras nuestra democracia se ha vuelto precaria y espera en un rincón que el pueblo llegue al rescate.