Quito, 20 feb (La Calle). – La Fiscal consiguió más de 120 personajes para testificar en un amargo proceso judicial. Sin embargo, ella puso en su bolsa de la verdad solamente 34 . ¡Ya está llena! ¡Es suficiente! ¡Con esto compruebo el cohecho! No importó que 90 de los más importantes se hayan quedado afuera.
Después, también sacó de aquella bolsa miles de papeles como pruebas, para ella irrefutables, de la maldad de aquellos acusados y esperó sentada en un rincón, con un leve gesto de preocupación. Caminaba a ratos por los pasillos, las cejas arqueadas y el paso inseguro.
A los abogados les tomó más de tres horas revisar la bolsita de la Fiscal para determinar si, en efecto, saciaría su hambre de justicia.
Uno a uno, todos los defensores empezaron a hacer trizas esos innumerables documentos.
-¡Esta factura no tiene firma!
-¡Este contrato no está firmado por mi defendido!
-¡Usted incluyó sólo el listado de contratos pero no los contratos!
Empezó la lluvia de reproches sobre su cabeza.
-¡Estos contratos son de una fecha diferente al periodo del proceso judicial!
-¡La empresa mencionada en este contrato no tiene nada que ver con este juicio!
-¡Este documento es la copia de una copia, y sabe usted bien que así no tiene ninguna validez!
Escondió su cabeza detrás de la pequeña pantalla de su computador. La mano en el entrecejo y los ojos muy abiertos.
-¡Ninguno de los documentos que presentó tienen el nombre de mi defendido!
-¡Tener un cargo público no puede ser prueba de un delito!
Sus manos inquietas tomaron un esfero, manipularon unos cuantos papeles y su risa nerviosa no la dejó nunca en paz.
Y así, al final del día, se llevó unos cuantos de los papeles que logró rescatar. Salió de ese frío edificio con la noche y la vergüenza.