Por: Pedro Pablo Jijón
El bramar del ganado anuncia la madrugada, agradable olor a corral alerta los sentidos, ya desde el fogón emana la fragancia del café y el plátano verde asado. Salta el corazón por ya devorar caminos a la silla de un buen caballo.
Desde la rama de un Samán el canto de un Chagüis anuncia visita, compañeros de cabalgata ya montados van llegando entre bromas, risas y amorfinos; se apean para con un jarro de café caliente en mano esperar el instante de salida.
Parte la Cabalgata Montubia, cascos cantores, sombreros de toquilla, espuelas relucientes, beta de lazar, bejuco plazarte y guardamano al cinto; en la ruta nos flanquean vacadas, yeguarizos y esteros casi secos.
Es agradable recorrer la Costa del Ecuador en los meses de verano, donde impera el agradable clima del Bosque Seco (25 grados C) producción agropecuaria acoplada al medio como caprinos, ovinos, bovinos criollos, y el compañero de labores diarias, el caballo.
La comunicación entre recintos y haciendas, conectadas por duros y polvorientos caminos veraneros, liderados por frondosos Algarrobos, Nigüitos, Ceibos, Bototillos coronados por flores amarillas y esporádicos Guayanés; caminos duros dónde se prueban día a día caballos de trabajo y de placer.
Ya al medio día nos esperan los benditos sabores, olores y colores de la comida criolla montubia, fruto de la tierra y del trabajo honesto de manos campesinas.
Al caer la tarde, regresamos sobreandando los animales para evitar la noche, contando historias costumbristas montubias de muertos y aparecidos; gastando bromas a los más asustadizos.
Sin duda la Cabalgata es una buena forma de estudiar ecología, medio ambiente, gastronomía, agricultura, de aprender humildad y a amar lo nuestro; la cabalgata es esencia de nuestra cultura.
Propongo declarar a La Cabalgata Montubia como Patrimonio Cultural del Ecuador.