Quito, 27 de ene, (La Calle).- La muerte de un poeta siempre es noticia secundaria, no tanto por el escaso perfil que se le da a este tipo de información, sino y sobre todo, porque para un poeta la muerte no existe. Menos aún si ese poeta es Pedro Gil, un hombre que enfrentó la vida a partir de cucharada soperas de muerte.
Lo jodido para Pedro, fallecido el pasado 21 de enero en Manabí en un accidente de tránsito, era llevar para comer, para tomar algo, pagar los préstamos y contar con tiempo para escribir. Es verdad, que a veces “la sed” jodía la cosa, pero allí estaban los amigos para ayudarlo y ponerlo en pie.
Pedro será el mejor poeta vivo ecuatoriano por siempre, aunque ahora digan que está muerto. Nadie “caballó” la poesía como él, nadie la puso la silla como él, ni manejó la rienda como él. Pedro Gil fue el mejor jinete literario sobre la arena ecuatorial. Y es que los demonios de la poesía le hablaban sin descanso como surgidos de una radio. Le susurraron al oído tantas vainas que se lo quemaron, sobre todo tras la muerte de su hermano Ubaldo, escritor y editor, fallecido hace casi diez años.
Constantemente se dice en estos casos, cuando muere un escritor o un músico: “el mejor homenaje que se le puede hacer es acercarse a su obra”. Pues, allí están tantos volúmenes de poesía, de análisis de su trabajo, léanlos. Hay otra tarea pendiente: trabajar realmente para que el artista ecuatoriano no viva con hambre y en el olvido.
Sobramos parece.
Los últimos años de Pedro Gil, Miguel Donoso Pareja, Elíécer Cárdenas, Jorge Velasco Mackenzie, Eudoxia Estrella y tantos otros, nos ratifican que en el Ecuador, el arte vale tres atados.
Sepan, en todo caso que no se extinguirán. Que artistas como Pedro son cáscara de jugoso fruto poético y semilla.
Los que seguimos tus pasos te saludamos, Pedro.
Hasta otro fuego fértil.
“Pedro Gil, el poeta,
se fue como no debía
en el momento preciso.
Encuentren sus letras
nuevas honduras.
Ubaldo y Pedro Gil”.
Juan Carlos Cucalón-poeta.