Quito, 8 de nov, (La Calle).-El arqueólogo Juan Jijón, quien trabaja en la preservación del entorno patrimonial de Montecristi, sostiene que el Gobierno busca brindar seguridad en el sector, pero “descuidó justamente a quienes habitan en las inmediaciones del cerro Montecristi”.
¿Las comunidades aceptaron finalmente la presencia militar en el cerro Montecristi?
Para nada. El cerro representa su acceso al agua. Por eso comunidades como Tohalla Grande y Tohalla Chica, se quejaron en su momento, pues se complicaba el acceso al líquido vital.
¿Tras sus quejas hubo algún tipo de socialización?
En lo absoluto. No hubo socialización del proyecto de ubicación de los radares. Nadie se opone a la seguridad, pero ¿por qué no avisan? Parece que el Gobierno nunca le interesó una armonía en las relaciones, lo que, lógicamente, genera malestar.
¿Qué puedes decir del atentado?
Que no hay seguridad. Por eso las comunidades están tan preocupadas, nadie quiere que en sus inmediaciones se produzca una batalla. Si esto fue creado por la comunidad si se trata de algún trabajo interno o de fuera, no lo puedo decir, solo que el tema va a ir de mal en peor.
Cuéntenos de la vida de las comunidades cercanas al radar
Ya existía un malestar y duró meses. En la ladera sur del monte, viven más de 1.000 personas, específicamente campesinos y personas dedicadas a la agricultura de maíz, los excedentes se ofrecen en la ciudad de Montecristi, que es un importante centro de comercio y artesanal.
¿Se ha detectado la presencia de narcotráfico?
Deben darse todas esas expresiones en la vida cotidiana de las personas, pero la cura parece peor que la enfermedad. Manta es un puerto importante para la salida de drogas. Montecristi es un hito geográfico; allí cerquita está una refinería inacabada que sirve como pista improvisada.
Esto es apenas la punta del iceberg. La gente se siente excluida, abandonada. Si el Gobierno quiere seguridad, debería proteger también a quiénes viven por allí.
¿Qué hitos patrimoniales se encuentran en la zona?
Es un centro de tejido de paja toquilla. Cuya técnica fue declarada patrimonial en 2012. El cerro es parte de la cosmovisión del lugar. Tejedoras y tejedores, cuyas manos encierra esa riqueza patrimonial. viven en un abandono total.
