Por: Pamela Aguirre
Hace 96 años, votar para las mujeres no era un derecho y no se consideraba “natural”. Hasta ese día solo los hombres tenían derechos políticos de elegir y ser elegidos. Ellos, únicamente ellos, podían decidir políticamente su destino.
En un mundo donde cada logro, reivindicación o derecho nos ha costado, debemos destacar a aquellas mujeres, pioneras, luchadoras y revolucionarias que han marcado la historia.
Un 2 de mayo de 1924, Matilde Hidalgo Navarro de Procel, la primera médica ecuatoriana, irrumpió la “normalidad” electoral, empadronándose, cuando hasta ese entonces, solo los hombres lo hacían.
Según registros históricos, Matilde alegaba que en la Constitución no existía mención alguna de género: “Para poder ejercer el derecho al voto el único requisito es ser mayor de 21 años y saber leer y escribir”.
Así, el 9 de junio de 1924, se redactó un informe que permitía a las mujeres votar y ser electas. Más adelante, en 1929, Ecuador aprobó el sufragio femenino, convirtiéndolo en el primer país de la región en abrir el camino para que las mujeres participaran en la política.
A Matilde, la imagino entrando altiva y rebelde a votar, con la consigna de que solamente ejercía su derecho y que no pedía nada más que lo justo. ¡Cuánto la habrán criticado! ¡Cuántas veces habrá llorado! Sin embargo, siempre se mantuvo de pie.
Gracias Matilde. Gracias por abrirnos las puertas para ejercer nuestros derechos políticos. Te rebelaste contra un sistema que no nos permitía decidir, una democracia selectiva, restringida para más de la mitad de la población.
Pero hablar del esfuerzo de Matilde Hidalgo para conseguir el voto, nos lleva a repensar el esfuerzo, casi diario, que representa ejercer la política. Sí, las mujeres nos enfrentamos a agresiones de todo tipo cuando hacemos política; el no reconocimiento de la maternidad; de la lactancia; discriminación económica -con nuestros homólogos-; el discurso donde se impone la sexualidad, por nuestra forma de vestir y nuestra apariencia. La violencia -en cada espacio de ejercicio político- ahora es tan natural como en su momento fue el no poder votar.
No es todo. De acuerdo a un estudio, realizado por la Unión Interparlamentaria (UIP), el 82% de parlamentarias de 39 países de cinco regiones, declararon haber experimentado alguna forma de violencia psicológica (comentarios, gestos e imágenes de carácter sexista o de naturaleza sexual degradante usados contra ellas, amenazas o acoso laboral) durante su mandato. Cómo garantizar la paridad de género en la política si cuando la ejercemos nos discriminan, nos callan, nos amenazan y hasta nos matan.
Un día estos actos ya no serán naturales, siempre y cuando, quienes estamos en este espacio, a pesar de la dura tarea que esto representa, pongamos fin a todo tipo de violencia.
Nos abriste el camino Matilde. Si no hubiéramos votado, no tendríamos la oportunidad de ser electas. Ahora que somos electas, no tenemos la oportunidad de ejercer nuestros cargos sin violencia. Pero sin duda, hoy recordamos tu legado con una promesa: seguir trabajando para que las mujeres podamos hacer política sin amenazas, sin derechos negados, sin brechas salariales, sin discriminación, y sin violencia.
Hay avances innegables en la región. Pero, hoy más que nunca, judicializar la violencia política es un precedente necesario para erradicarla. Si seguimos levantando la voz, un día lo lograremos.