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Octubre (opinión)

Ramiro Aguilar Torres / @ramiroaguilart

Un año ha transcurrido desde las movilizaciones populares de octubre de 2019. En homenaje a los muertos, a los heridos, a los presos, a los perseguidos, es importante hacer un análisis de lo que octubre representó para la historia ecuatoriana del primer cuarto del siglo XXI.

Piotr Kropotkin decía: “Hay épocas en la vida de la humanidad en que la necesidad de una formidable sacudida, de un cataclismo que remueva la sociedad hasta en sus entrañas, se impone desde todos los puntos de ésta. En esas épocas, todos los hombres (y mujeres) de corazón están descontentos del orden de cosas existentes; dicen que son precisos grandes acontecimientos que vengan a romper el hilo de la historia, arrojar a la humanidad de los caminos de la corrupción y la rutina y lanzarla por vías nuevas a lo desconocido, en busca del ideal”.

Gobierno actual

En Ecuador durante los años de gobierno de Lenin Moreno se agudizó el odio, la traición, el cinismo, el racismo, la pobreza, y la corrupción.  Todo en la sombra, escuchado, percibido, constatado en los hechos, pero oculto al debate nacional por ese pacto de silencio infame que los grandes medios de prensa, radio y televisión, hicieron con Moreno para tapar su oprobiosa gestión, a cambio de que su gobierno persiguiera al progresismo hasta destruirlo.

Con esa consigna, en el mes de octubre de 2019, los sectores financieros y oligopólicos que mueven los hilos de la marioneta presidencial, le instruyeron que subiera el precio de los combustibles para acogerse a las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional.

Para aplicar la receta neoliberal sobre sociedades empobrecidas se necesita tener un equipo de represores de primera línea. La oligarquía le dotó a Moreno de ministros sin escrúpulos para la violencia. Pusieron a María Paula Romo en la cartera de Gobierno; a Oswaldo Jarrín en la de Defensa; y alistaron las balas de goma, las bombas lacrimógenas caducadas, los vehículos antimotines, las cargas de caballería, los motorizados, los periodistas, los medios de comunicación corporativos, los voceros de redes sociales, la fiscal, y los jueces. Todo lo que iban a usar para ejecutar la más obscena demostración de la autoridad del Estado contra la sociedad civil ejerciendo su derecho a la resistencia. 

Contexto de octubre

En este escenario, Moreno subió el precio de los combustibles y los primeros en alzar su voz fueron los transportistas quienes paralizaron el país. Moreno negoció con ellos y subió los pasajes de transporte público. Esto provocó la reacción de los sectores estudiantiles y obreros que salieron a la calle a resistir.

A la par, la CONAIE anunció una movilización hacia Quito. Romo y Jarrín usaron a la policía y a las Fuerzas Armadas para reprimir. Antes de la llegada de los pueblos indígenas a Quito, las golpizas y las detenciones fueron el orden del día. No obstante, la prensa corporativa no sacaba noticia alguna. Divas y divos de TV ignoraban intencionalmente lo que ocurría.

A ese gran guerrero de opereta que habían encargado el ministerio de Defensa no se le ocurrió mejor idea que cercar la capital con tanquetas militares.

Aquí un paréntesis necesario: Moreno hace rato había huido a Guayaquil.

Dejemos la cobardía de Moreno asentada en actas y volvamos al relato.

Algún militar con buen criterio, retiró las tanquetas y la CONAIE pudo llegar al parque de El Arbolito donde tradicionalmente han acampado en sus movilizaciones hacia la ciudad de Quito.

Represión

Regía ya el estado de excepción y el toque de queda. La represión era brutal. Personas perdieron sus ojos e incluso hubo un ciudadano que cayó de un puente compelido por la persecución policial. Todo esto se sabía por la cobertura en tiempo real que los ciudadanos hacían desde sus móviles en redes sociales. Cuando la presa canalla ya no pudo ocultar más la violencia estatal, abrieron las cámaras y se concentraron en mostrar los actos vandálicos que en toda movilización social ocurren, tratando de posicionar el discurso de que Ecuador era el escenario de una subversión organizada desde Venezuela y Cuba para que caiga el gobierno de Moreno. Nada más falso. La movilización popular no quería el derrocamiento del régimen, sino la derogatoria del decreto que subió el precio de los combustibles.

Para ser más convincentes en el relato de que el correísmo estaba tras de todo esto, se produjo el incendio del edificio de la Contraloría General del Estado para crear en el imaginario popular que los manifestantes querían destruir las pruebas de la corrupción del gobierno anterior. También de manera muy oportuna se incendió la antena exterior de Teleamazonas, desatando la histeria de la burguesía.

No hay mejor aliado de la represión que la histeria de la burguesía.

Diálogo

A la noche del 13 de octubre de 2019 el país llega paralizado, exhausto e histérico. Moreno dio la cara para un frente a frente con la CONAIE donde no asomaron ni Romo ni Jarrín. De esa reunión, mediada por la ONU, salió el acuerdo de derogar el decreto con el que se incrementó el precio de los combustibles.

El país volvía a la actividad, mas no a la calma. Moreno; Romo; Jarrín; y un nuevo personaje, la fiscal Diana Salazar, empezaron el ataque artero al correísmo. Sus dirigentes fueron apresados acusados del delito de rebelión armada.

La pregunta es obvia: ¿octubre fue una victoria o una derrota?   

A corto plazo, cortísimo diría yo, fue una victoria: Moreno derogó el decreto infame. A mediano y largo plazo, con una pandemia de por medio, queda claro que octubre no fue una victoria, sino una memorable lucha de la sociedad por sus derechos y sus condiciones de vida. Una lucha que tuvo un altísimo costo en muertos, heridos, encarcelados y perseguidos. La única forma de hacer que la lucha de octubre sea una victoria es lograr que el progresismo gane las elecciones presidenciales del 2021; para así desmontar lo que el régimen venal de Moreno ha hecho después de octubre: liberación de los precios de los combustibles; atrofia del Estado; desempleo; corrupción terrible en la Asamblea Nacional; delincuencia en la administración del sistema de salud pública; reducción a niveles paupérrimos del presupuesto de la educación pública; etc.

Es impresentable en la historia del Ecuador el registro de los nombres de Lenin Moreno, Richard Martínez, Oswaldo Jarrín o María Paula Romo. Pero no hay que olvidar que encima de ellos, moviendo sus hilos de títeres, está esa casta de holgazanes que viven de nuestro trabajo, bajo pretexto de que son necesarios para dirigirnos, esos holgazanes que, como dice Kropotkin, serán siempre un foco pestilente para la moral pública. Hombres y mujeres gandules y embrutecidos que se pasan la vida buscando nuevos placeres y en quienes todo sentimiento de solidaridad para con los demás está muerto por los principios mismos de su existencia, y al contrario, los sentimientos del más asqueroso egoísmo se nutren con la práctica de su propia vida. 

La única forma de que octubre rompa el hilo de la historia del Ecuador en busca del ideal democrático; y arroje a la nación fuera de los caminos de la corrupción e impunidad, es castigando duramente al neoliberalismo en las elecciones de febrero del 2021.

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