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Migrantes llevan agua desde Ecuador para enfrentar el calor del desierto de Arizona

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Anabel Marcillo, redactora.

Quito, 7 de sep, (La Calle).-Decenas de personas en los exteriores del aeropuerto Mariscal Sucre, no miran: transitan, tampoco hablan, solo callan.

Es cerca de las 9 de la noche y confundidos en el rumor aparecen personas, que en vez de maletas llevan fundas plásticas neutras. Algo así es el Ecuador de hoy, un improvisado equipaje de ilusiones rotas.

Desde 2020, el país registra cifras alarmantes en el número de migrantes que tienen como destino a México. Según datos del Ministerio de Gobierno y ratificadas por la Cancillería, al menos 23.000 ecuatorianos han salido con destino a México, país que modificó sus políticas migratorias.

Todos lo saben. Lo saben, pero callan. Quienes atienden los llamados del altavoz esperan por el siguiente vuelo de Aeroméxico. Algunas llevan sombreros de gamuza y faldas plisadas con filos bordados.

Conversar con ellos a punto de subirse a un avión es una tarea compleja. Sus respuestas con cortantes. “¿Qué les dijo el guardia?”, le consulto a un grupo al pie del aeropuerto. “Nada”, responden. “¿Son familiares?”, insisto. “Si”, contestan y, de paso, me muestran una funda destinada para un viajero. En su interior se esconde una botella de agua. Solo silencios.

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El miedo también migra

A pesar de las luces, la oscuridad en el exterior del aeropuerto era más densa. De pronto, apareció una señora que preguntaba por los vuelos a México. El trabajador, cansado de la multitud, señaló la pantalla con el listado de vuelos al exterior. Una familia en escena: tres hombres, tres mujeres y dos niños. Con su arribo comienza el abordaje a la terminal.

Empieza el ritual de despedida, la revisión apresurada de papeles… lágrimas ahogadas. Al salir del lugar aparece otra familia con dos niños, uno de 4 años y otro que aún necesitaba del calor de los brazos maternos.

  • ¿Van de viaje o recibir a alguien?
  • Nos vamos
  • ¿Irán a México?
  • Sí, pero solo de vacaciones.

José Villavicencio conoce de estos viajes. Fue un migrante, fruto de la crisis económica del 2000. Narra que, durante la crisis por la dolarización a inicios de este siglo, decidió viajar junto a los coyoteros en busca de un porvenir.

Recién el tercero de sus intentos llegó a Estados Unidos. “Viajé en avión desde Quito a Ciudad de México, los coyoteros nos reunieron en grupos de entre 10-15 personas con una botella de dos litros de agua para atravesar el desierto de Arizona”.

Solo entonces conecto los hechos. El agua para estos migrantes ecuatorianos es el único equipaje vital: la única oportunidad de vencer al desierto.

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