Por Sebastián Tamayo Villarroel
Twitter: @tamayo95se
Los comunicados oficialistas, según el propio presidente Moreno, ocultaron las cifras reales de contagios y muertes por covid-19, pero lo que no han escondido es el maniqueísmo como su doctrina de gobernanza. La agenda mediática instalada por el régimen, muestra su constante pugna contra el mal: las fake news y sus presuntos responsables.
Las fake news representan el fenómeno in silico del rumor de pasillo in situ. La reproducción indiscriminada de información falsa corresponde, en gran medida, a la ausencia de información veraz constante pues, la sociedad líquida de la información requiere consumir noticias a cada instante. A ello, se suma la falta de credibilidad que los ecuatorianos reportan del primer mandatario pues, según Click Report, para febrero de este año solo el 7,72% de la población creía lo que anunciaba Lenín Moreno. En la actualidad, presumo, los datos no son más alentadores que meses atrás. En consecuencia, la sociedad es vulnerable de creer cualquier cosa pues el Gobierno no es considerado una fuente fehaciente.
Sin duda, las fake news no son un problema menor en el manejo de toda crisis pero en esta emergencia sanitaria: el Gobierno les atribuye poderes mortales. El secretario general de Comunicación de la Presidencia, Gabriel Arroba, dijo que «los grupos políticos que están detrás de la creación de noticias falsas y de crear el caos en la ciudadanía, tienen un concepto torcido de la política, lo que están buscando es votos pero, lo que están logrando es perder vidas».
Mediante este discurso oficial, pretende dilucidar su responsabilidad en cuanto a la pandemia en el Ecuador. La doctrina del bien y el mal se construye, una vez más, para excusar la inoperancia del Gobierno ecuatoriano en esta emergencia sanitaria. Bajo la premisa que anuncia Gabriel Arroba, para el Gobierno, las fake news son causal de muerte, por ende de contagio. ¿Esto es algo lógico?
Sin embargo, el discurso oficial vitupera a «grupos políticos» como medio de escape. Durante el transcurso de la semana, los medios tradicionales, a los que apela la vocería oficial como sustento para determinar qué es lo falso, han reproducido el discurso oficial. En El Telégrafo, por ejemplo, vemos titulares como «La Crisis de las ‘fake news’», en El Comercio «Apuntes sobre el rumor». Opiniones respetables, sin duda, que evidencian las premisas del oficialismo.
Mientras tanto, los actores políticos del Gobierno intentan construir su imagen benevolente al repartir raciones alimenticias en barrios marginales del Guayas, con zapatos enlodados y camisa sudada. Otros con llamadas actuadas transmitidas en cadena nacional, utilizando la condición de vulnerabilidad económica de las personas, como sensacionalismo puro. Procuran ser los buenos.
Sin embargo, la prensa internacional (CNN, RT, El Correo, El País, BBC, por mencionar algunos) ha corroborado lo que el oficialismo consideraba fake news. Con fuentes certeras, los medios internacionales evidenciaron la problemática que censuran, en complicidad con el Gobierno, los medios tradicionales del Ecuador. Los cadáveres en las aceras, los fallecidos que permanecen en sus casas, el fracaso de la telemedicina, entre otros. En resumen, la disputa entre el bien y el mal que construye el poder estatal, refleja sus propios temores. A nivel nacional se intenta perpetuar esta idea pero, en el contexto internacional, solo se reflejan los resultados, terribles, del manejo de la crisis sanitaria. Hasta el momento, siempre ha necesitado excusarse con el mismo culpable.