Fuente: Sputnik News
Quito, 24 ago (La Calle).- En 2020, América Latina y el Caribe fueron afectadas por el aumento de las temperaturas, el retroceso de los glaciares, el aumento del nivel del mar, la acidificación de los océanos, la decoloración de los arrecifes de coral, las olas de calor terrestres y marinas, los ciclones tropicales intensos, las inundaciones, las sequías y los incendios forestales.
Según el primer informe publicado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), para evaluar el estado del clima en América Latina y el Caribe, esta crisis climática tuvo impactos negativos importantes en las comunidades más vulnerables, entre las que se encuentran los pequeños Estados insulares en desarrollo (como Ecuador).
¿Cómo se está modificando el medio ambiente?
La temperatura media mundial en 2020 fue una de las tres más cálidas desde que se comenzó a realizar ese tipo de observación. El aumento contribuye a la expansión térmica de los océanos, al aumento de la fusión de los mantos de hielo de Groenlandia y la Antártida, al deshielo de los glaciares de montaña y a cambios en la circulación de los océanos, lo que a su vez contribuye al aumento del nivel medio del mar en el mundo.
Estos indicadores se deben en gran medida a la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
¿Cuáles fueron los eventos climáticos que golpearon la región?
El reporte de la OMM detalla un panorama inquietante sobre los riesgos climáticos y sus consecuencias para América Latina y el Caribe:
2020 fue uno de los tres años más cálidos de que se tiene constancia en México/América Central y el Caribe y el segundo más cálido en América del Sur. Las temperaturas se situaron 1 °C, 0,8 °C y 0,6 °C por encima de la media de 1981-2010, respectivamente.
En los Andes chilenos y argentinos, los glaciares han retrocedido durante las últimas décadas. La pérdida de masa de hielo se ha acelerado desde 2010, en consonancia con un aumento de las temperaturas estacionales y anuales y una reducción considerable de las precipitaciones anuales en la región.
La intensa sequía en el sur de la Amazonia y el Pantanal fue la más grave de los últimos 60 años, y 2020 superó a 2019 para convertirse en el año con mayor actividad de incendios en el sur de la Amazonia.
La sequía generalizada en toda la región de América Latina y el Caribe ha tenido un impacto considerable en las rutas de navegación interior, en el rendimiento de los cultivos y en la producción de alimentos, agravando la inseguridad alimentaria en muchas zonas.
Los déficits de precipitación fueron especialmente adversos en el Caribe, que presenta una alta vulnerabilidad a la sequía, y varios de sus territorios figuran en la lista mundial de países con mayor estrés hídrico, con menos de 1.000 m3 de recursos de agua dulce per cápita.
Los huracanes Eta e Iota alcanzaron una intensidad de categoría 4 y tocaron tierra en la misma región en rápida sucesión, siguieron trayectorias idénticas por Nicaragua y Honduras, afectaron a las mismas zonas y agravaron los impactos conexos.
La vida marina, los ecosistemas de litoral y las comunidades humanas que dependen de ellos, en particular en los pequeños Estados insulares en desarrollo, se enfrentan a las crecientes amenazas derivadas de la acidificación de los océanos, el aumento de nivel del mar, el calentamiento de los océanos y una mayor intensidad y frecuencia de las tormentas tropicales.
La vulnerabilidad climática
Uno de los efectos del cambio climático para países periféricos es la rebaja de la calificación de riesgo por parte de las agencias calificadoras, que consideran que la vulnerabilidad climática es un criterio para rebajar la nota.
Esto tiene consecuencias financieras porque aumenta injustamente el costo de la deuda soberana y el pago de intereses para los países en desarrollo que son altamente vulnerables al cambio climático.
Esto agrava, por ejemplo, las capacidades del Caribe, de Argentina y Ecuador, que tienen una carga muy pesada por los altos niveles de deuda, a lo que se le suma los shocks externos agravados por el impacto de los desastres y las debilidades estructurales, sociales y económicas de esos países.
El gasto en protección ambiental en América Latina y el Caribe ha experimentado un descenso en los últimos años. Entre 2016 y 2019, el gasto en protección ambiental promediaba únicamente el 0,4% del gasto del gobierno central y en 2020 se redujo a sólo 0,2%.
«En la CEPAL estamos proponiendo la creación de un Fondo de Resiliencia del Caribe que atienda las necesidades de esa región. Tenemos una propuesta para que este fondo se financie en parte con un alivio de 7000 millones de dólares que representa el 12% del total de su deuda externa. Se puede hacer, se debe hacer, y se deben desarrollar instrumentos similares para Centroamérica y Sudamérica», afirmó la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Alicia Bárcena.