Quito, 10 dic (La Calle). – Quiso el destino que – en 1998- José Saramago reciba el premio Nobel de Literatura cuando se cumplían 50 años de la declaración de los derechos humanos. Si bien su discurso de aceptación versó sobre el viaje literario de un aprendiz, como se calificó a sí mismo, durante el banquete por los premios Nobel se refirió a la necesidad de repensar no solo en nuestros, también en nuestros deberes.
“Con la misma vehemencia con que reivindicamos los derechos, reivindiquemos también el deber de nuestros deberes. Tal vez así el mundo pueda ser un poco mejor”, les dijo a los asistentes. Sus palabras continúan vigentes en un mundo copado por los conflictos y el avance de la tecnología.
«Las injusticias se multiplican, las desigualdades se agravan, la ignorancia crece, la miseria se expande”. Para Saramago, derechos humanos y globalización son dos términos que deben conciliar se y que si o trabajamos en mejorar los problemas que afectan al mundo, la humanidad empeorará.
Según el escritor portugués, el mito de «la caverna» se está volviendo mucho más real. «Cada vez me interesa hablar menos de literatura y más de cosas que tienen que ver con la vida, como la felicidad humana, algo que a veces confundimos con amor o bienestar, pero que cada vez compartimos menos y no veo que eso sea muy posible en el futuro», expresó. (MIB)
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