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El teatro con aforo reducido volvió a Quito y fue maravilloso

Quito, 18 oct (La Calle).-Al principio éramos 12, los que nos aprestábamos a disfrutar del retorno del teatro presencial en Quito.  

“Los doce de la fama”, se me cruzó algún rato por la mente, esa hazaña durante la época de la Conquista. Pensé en Francisco de Orellana trazando una línea para definir quienes seguirían a su lado en la odisea de conquistar el río de las Amazonas.

Lo cierto es que para los 12 presentes, la pandemia de Covid-19 era algo así como esa frontera invisible. Un considerando que todos debimos superar para presenciar la obra infantil: “la ballena que estaba llena”.

De entrada, comprobamos los cambios en el pequeño escenario ubicado en la Plaza del Teatro, centro de Quito. Las butacas estaban unidas de a dos y cada bloque estaba perfectamente diferenciado del resto.

Había espacio para 40 asistentes, afortunadamente, cuando se apagaron las luces fueron llegando, más y más personas.

Entretanto Jessy Constante, Pancho Arias, el equipo de producción de su empresa: “Dar Teatro” y del Teatro Sucre desarrollaban las escenas de esta obra de temática ambiental, sencilla y profunda a la vez.

La abuelita Mama Pacha, una dama sabia y divertida, que disfruta de cuidar de sus plantas y del agua, recibe un día, una comunicación de su nieto “Beto”, un guardaparque que la visitará para sus vacaciones.

A través de leyendas y diálogos entretenidos pasan revista por la historia de los “baños del Inca” hasta por los “indígenas aguateros de la Colonia”. El flujo entre ambos se acompañan de situaciones rutinarias, es decir de: tenderos, niños, vecinos y desorden. Así se traza un fresco de la vida del barrio quiteño El Placer.

 Una llamada cambia la situación, “Beto” debe volver a su trabajo para salvar al planeta…

Podría ahora contarles más detalles de la trama, pero no debería hacerlo. Basta decir que gracias al excelente trabajo corporal de Pancho Arias, pero en especial a la picardía de la abuelita (Jessica Constante), es que la obra provoca sonoras y constantes carcajadas, que bien se elevan sobre los filtros que plantean los cubrebocas.

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La obra se transmitió igual por streaming, sin embargo, la presencia del público hizo que todo sea diferente.

“Sí que era necesario volver a sentir al público presente”, dijo Jessica Constante, al final de la obra.

Los niños subieron al escenario y se tomaron fotos con los artistas que se abrazaron, manteniendo las distancias. Fue un momento emocionante, como cuando dos viejos amigos se encuentran después de mucho tiempo.

La obra se presentó con el apoyo de varias instituciones, destaca el apoyo del Municipio de Quito y de la revista Elé, entre otros.

Cuando se prendieron las luces, comprobamos, que éramos mucho más de 12 esos valientes que, respetando los protocolos, llegamos al Teatro Variedades. Al salir, nos sentimos cargados de futuro.

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