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El libro | Opinión

Por: María Isabel Burbano

Pude buscar algún título rimbombante para esta pequeña columna de hoy, pero he querido ir por lo simple, hoy es el Día Internacional del libro y los derechos de autor, también el día del idioma español y además el día de Saint Jordi (San Jorge), patrono en algunos países europeos y cuya leyenda, de él salvando a la princesa de un dragón que iba a devorarla, ha perdurado hasta nuestros días. En varios países y ciudades como en Barcelona (San Jorge es muy importante en España) se regalan rosas.

Pero bueno, a lo que nos compete. Celebramos el día del libro por una coincidencia que no era tal, pero que para fines prácticos ha quedado así. El 23 de abril de 1616 morían William Shakespeare, Miguel de Cervantes y el Inca Garcilaso de la Vega. Cervantes murió el 22, pero lo enterraron el 23 y Shakespeare murió el 23 de abril, pero del calendario juliano que en su época seguía vigente en Inglaterra (ahora usamos el calendario gregoriano casi en la mayoría de los países). El Inca, historiador y cronista nacido en lo que hoy es Perú, si falleció en la fecha mencionada, no confundirlo con el poeta del Siglo de Oro, Garcilaso de la Vega.

Es casi poético que celebremos este día por el fallecimiento no simultáneo de dos de los más grandes representantes del idioma y la literatura española e inglesa. En las escuelas y colegios, todavía mandan a leer Don Quijote de la Mancha, Romeo y Julieta o Hamlet. Don Quijote fue uno de los primeros libros en el español antiguo que se convertiría en el idioma que hablamos y escribimos ahora. Otro famoso es el Lazarillo de Tormes de autor desconocido. Y Shakespeare cambió la forma de escribir teatro, le permitió forjarse un nombre y sus obras no solo se leen, sino que se representan en todo el mundo.

Desde que el hombre inventó la escritura, primero por medio de las cuñas que utilizaba la cultura mesopotámica, pudimos crear la historia, dejarla plasmada en una pared o un pergamino. Permitió mantener el conocimiento y pasarlo a las nuevas generaciones. El acceso a la lectura, sin embargo, nunca ha sido libre. En la Edad Media, nadie creía importante saber leer, ya que los manuscritos estaban alojados en las abadías, los libros los hacían los monjes y la Iglesia tenía un importante control de lo que se escribía y lo que no. Tampoco los reyes creían importante la lectura con la excepción, tal vez del emperador Carlomagno. Los monjes conservaban el conocimiento de los griegos y romanos en libros, pero nada de eso salía de allí.

El renacimiento, el humanismo y especialmente la reforma permitieron que el acceso a cierto conocimiento llegue a más personas (siempre y cuando sepan leer, que era un reducido número de personas). La posibilidad de traducir textos como la Biblia, que solo se escribía en latín, a otros idiomas como el inglés o el alemán esparció la información de la sagradas escrituras, también la posibilidad de interpretarlas.

El invento más revolucionario para la escritura y la lectura fue la imprenta de Gutenberg. En China ya se habían inventado los tipos móviles que se imprimían sobre papel de arroz, sin embargo, el abecedario chino se compone de una gran cantidad de caracteres. Gutenberg logró crear la imprenta en Occidente cuando los materiales para ello empezaron a producirse a gran escala, nos encontrábamos ya en la fase mercantilista de la historia. Solo allí se unieron todas las partes y pudieron imprimirse libros en masa.

De allí es historia. Con la tecnología actual, muchos han dejado de lado el libro físico y han pasado al e-book, bibliotecas virtuales que se pueden trasladar a cualquier lugar, excepto si te quedas sin batería. Yo lo he intentado y no me acostumbro. Me pican los ojos, la luz me molesta y me distraigo mucho más rápido por lo que mi relación de amor con el libro en papel se mantiene firme y con muy contada infidelidades.

El poder del libro

El libro es un arma de doble filo, como el conocimiento. Hay libros de todo tipo, literarios, científicos, religiosos. En estos últimos años la auto-ayuda y los consejos financieros, así como las novelas seriales para adolescentes han cobrado popularidad entre los lectores. Leer es como un ir en un barco, navegando por aguas desconocidas, asombrándonos cada vez, pero también puede ser un método de control.

Recordemos a 1984 de George Orwell o Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. Libros que se queman, libros que se prohíben, listas negras. Leer es tener un poder, es por eso por lo que lo controlan tanto. No es lo mismo leer el Discurso del método de René Descartes que leer Mi lucha de Adolfo Hitler. Los libros que leemos nos marcan, trazan un camino de pensamientos y acciones sobre la vida de los que a veces no nos damos cuenta.

Aún así, muchos son los llamados y pocos son los escogidos, la cultura audiovisual ha reducido más el número de lectores, que ya eran pocos. En Ecuador, según el último estudio de hábitos culturales, se lee un libro al año. Solo un puñado de personas pasa de ese número. Yo, sin modestia, voy ya por el cuarto de este año. Hay gente que ya ha leído muchos más. Por supuesto que eso no nos hace mejores o peores personas. Es abrir una puerta, no sabemos lo que vamos a encontrar, pero es la curiosidad que nos impulsa a entrar

El cariño por los libros

Para una niña sola como lo era yo, los libros como la música y un poco después el cine, significaron una salvación. Mamá me entregaba sus novelas de la edición ilustrada juvenil de Ariel, que conservo con cariño. Corazón, Los Miserables, La Cabaña del Tío Tom, El fantasma de Canterville y demás cuentos de Oscar Wilde me entretenían, pero también dejaron mensajes que formaron, de una u otra forma, mis principios y mi forma de mirar el mundo. Cuando leí a Julio Verne fue como encontrar un tesoro, la capacidad de imaginación era admirable y lo releía siempre que podía. Con el tiempo fui descubriendo más autores, más historias y más caminos. También he dejado unos a la mitad, esperando algún día poder conectar del todo con la historia.

Para el argentino Jorge Luis Borges, era impensable que la lectura fuera algo obligatorio y en estos tiempos ya no lo es. Ya no se mandan a leer los libros respectivos en las clases de literatura, se ha perdido el concurso del libro leído. Leer ya no es una obligación escolar y en parte creo que es mejor así. Como les dije leer es una puerta, no todos la van a pasar. Algunos se tardan mucho tiempo, otros viven dentro toda su vida. Leer, como todo placer, debe nacer de nuestras entrañas, de la llave de la curiosidad que nunca debería cerrarse.

¡Feliz día del libro!