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El cortocircuito en el discurso lassista | Opinión

Por: Renato Villavicencio Garzón / @renaquitu


Luego de 10 años de gobierno de la Revolución Ciudadana es difícil encontrar análisis de la realidad política ecuatoriana que no empiecen y terminen en este proceso político, Rafael Correa o el correísmo como un concepto nebuloso que trata de dar todas las respuestas sin explicar nada profundamente. El gobierno de Lenín Moreno inauguró una transición desde un gobierno progresista hacia uno de derecha oligárquica que se consolidó en abril de 2021 con la victoria electoral Guillermo Lasso. Hoy, luego de casi año y medio de gobierno de CREO, es posible y necesario articular un análisis que escudriñen las transformaciones dentro de lo que ha sido el discurso lassista.


Primero aclaremos ciertas consideraciones conceptuales para el análisis. Es común reducir lo que se entiende por discurso político como simple comunicación. Unidireccional y vertical, la utilizan los diferentes actores para transmitir mensajes hacia sus posibles electores o la ciudadanía en general. Esta visión deja en el punto ciego otras ramificaciones importantes de lo que implica el discurso político. Me refiero a que el comunicar es solo su faceta más superficial, puesto que el discurso tiene consecuencias más profundas dentro de lo social. Este sirve, además, y siguiendo el pensamiento del argentino Aboy Carlés, para configurar sentidos que construyen solidaridades estables y definen la acción colectiva. Es decir, que mediante un discurso político también se conforman mitos, símbolos, horizontes colectivos, etc., que logran constituir identidades políticas duraderas. Una última consideración clave es tomar en cuenta que todo discurso político no solo se proyecta a través del decir sino también desde el hacer.


Ahora bien, el proyecto lassista nace en el año 2012 alrededor de la figura del banquero Guillermo Lasso y el movimiento Creando Oportunidades (CREO). El nacimiento de este nuevo actor de la derecha ecuatoriana tiene dos características particulares. La primera, es que nace como reacción al sismo político que significó la Revolución Ciudadana (RC) dentro de todo el sistema político ecuatoriano. La derecha clásica y hegemónica quedó en fuera de juego luego del aparecimiento en 2006 de Alianza País y Rafael Correa.

Estos impugnaron de manera potente su discurso neoliberal y oligárquico restándole legitimidad social. Un intento de actualización y/o modernización desde la derecha era necesario y Guillermo Lasso vio la oportunidad para ocupar ese espacio del espectro político. En segundo lugar, es que este proyecto de la derecha ecuatoriana nace con un antagonista claro y diferente al resto de partidos de derecha (muchos nacieron entre las década de los 50 y 60 del siglo XX). La RC, o el correísmo, fue desde el inicio el adversario y el discurso a batir en la arena política. Por lo que el discurso lassista posee en su núcleo al anticorreísmo. Siendo CREO unos de los actores que más han moldeado su constitución hasta el día de hoy.

Desde entonces, el discurso lassista como oposición política se fue construyendo con elementosdonde se mezclaban la defensa de la libertad individual y económica (menos regulaciones, controles e impuestos) con otros de la más variada animadversión hacia la RC y Rafael Correa (odio político). Fue durante casi una década que este discurso político trató de disputarle electoral y socialmente a la RC más y más espacio. Su promesa (horizonte colectivo) se basaba en lograr mejores niveles de bienestar y prosperidad general que los que la RC estaba generando, mejorando lo que, según su particular visión, estaba mal (ej.: el “Estado obeso”) y continuando o potenciando lo que estaba bien (ej.: salud, educación y seguridad pública eficientes). Su camino tomó tiempo desde las elecciones presidenciales de 2013, donde Guillermo Lasso quedó segundo, pero a más de 30 puntos de Rafael Correa. En 2017, logró forzar una segunda vuelta electoral frente a Lenín Moreno, cuando perdió por menos de 2% de los votos válidos. En su tercer intento logró su anhelada victoria presidencial luego de una primera vuelta, en la que por décimas logró entrar a la segunda vuelta, y posteriormente derrotar el binomio Araúz- Rabascall en dónde el anticorreísmo jugó un rol fundamental para sumar apoyos suficientes.

El cambio fundamental en la construcción del discurso lassista desde mayo de 2021 ha sido su lugar de enunciación. En pocas palabras, se refiere a que el discurso lassista ya no se presenta desde la oposición política sino como gobierno nacional. Este cambio significa, principalmente, que no solo puedes construir tu identidad política con lo que dices, sino a través de lo que haces (o lo que dejas de hacer). Es este decir haciendo el que ha sido un factor fundamental para el éxito o la debacle de todos los gobiernos y proyectos políticos de los últimos 43 años de democracia en nuestro país.

El viraje neoliberal que se sucedió durante los 4 años de Lenín Moreno se suman a estos 16 meses de gobierno lassista en los que solo se ha profundizado en esa lógica neoliberal de gobierno. La reducción y desmantelamiento del Estado, el retorno al endeudamiento condicionado con el FMI y Banco Mundial, la priorización del pago de la deuda externa por sobre la inversión pública, la sumisión a los intereses geopolíticos de los EE. UU., el desmoronamiento de la provisión de servicios sociales (desde los más básicos hasta los más importantes), el despunte de la inseguridad, la desinstitucionalización y pugnas entre poderes Estado son nuevamente pan de cada día en el Ecuador de 2022. La lista es cada
vez más larga y Guillermo Lasso sigue sin ser capaz de dar soluciones reales. Él y su equipo solo parecen atinar a tratar de tapar con marketing político una ineficiente gestión y redoblar la apuesta en su anticorreísmo, pero que cada vez aparece menos redituable de cara al grueso de la ciudadanía.

Y, aquí es donde actualmente se muestra explícitamente el cortocircuito en el discurso lassista. Sus promesas de prosperidad y mayor libertad se han evaporado para dejar solo sus antipatías anticorreístas. Esto, en última instancia, significa que están pidiendo a la ciudadanía, especialmente a quienes les dieron su voto, que por odio a otra identidad política acepten vivir peor que antes. La debacle es lógica y cada vez más evidente. El discurso lassista en el ejercicio de gobierno, no solo abandonó sus promesas de vivir mejor, sino que, y a la luz de los acontecimientos de los últimos meses, no puede garantizar ni siquiera morir bien en este país.

Todo esto nos permite concluir que este “nuevo” vehículo de la derecha en Ecuador maquilló y ocultó su discurso neoliberal y sus intereses de clase (oligárquicos) detrás premisas falsas y odio político, pues una vez en el poder, han profundizado un modelo que nunca funcionó hace 25 años y el único elemento discursivo que les queda capaz de movilizar solidaridades colectivas es mantener vivas emociones viscerales de rencor y antipatía para distorsionar el debate ciudadano. Un discurso político en estas condiciones tiene casi nulas posibilidades de construir una identidad política duradera. La pregunta que queda, entonces, es, ¿será al menos suficiente para sostener un gobierno por el resto
de su periodo?


Renato Villavicencio Garzón es Máster en Estudios sobre Globalización y Desarrollo por la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y Máster en Análisis Político por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Actualmente es doctorando en Ciencias Políticas y de la Administración por laUniversidad Complutense de Madrid