Ecuador: Entre el nado sincronizado y las cortinas de humo (opinión)

Por: Omar Jaén Lynch

Periodista

La imagen de Jacobo Bucaram Pulley deportado y esposado ha provocado orgasmos en redes sociales. En Ecuador, un país que toca fondo en todo ámbito, esas instantáneas son un bálsamo para los internautas que quieren ver sangre. ‘Jacobito’ se convierte así en ese trofeo que tanto pedía la tribuna de Twitter, aunque eso signifique hacerse los desentendidos con otros temas.

El adiposo hijo de Abdalá Bucaram está ya en Latacunga. Que no sorprenda que en unos días nos enteremos que se convirtió que cooperador eficaz de la Fiscalía. Y menos aún nos debe asombrar que aparezca de la nada un cuaderno de ‘Jacobito’, escrito en el avión que lo extraditó desde Colombia y en donde revela que quien repartió los hospitales fue el ‘cuco de Bélgica’.

Bucaram Pulley debe ser investigado en derecho. Por más animadversión que me provoque, debo aclarar que comprar medicamentes (uno de los elementos por los que se lo acusa) no es delito. Eso sí, las autoridades deberán indagar de dónde sacó 300 mil dólares en efectivo para adquirir pruebas para detectar el Covid-19.

Pero más allá de lo que ocurra en este caso, sorprende (¿?) la forma en que se fueron desarrollando los hechos para su captura. Todo arrancó el jueves con un dato inexacto de Radio Caracol de Colombia. A los pocos minutos se comprobó que la captura no se había realizado, pero ya era tarde. Medios privados y públicos de Ecuador habían replicado la noticia y se volvió viral, a pesar de que fue desmentido. Nada raro fue que los medios locales tardaron en publicar la noticia con el desmentido.

Así, en Facebook, Twitter e Instagram se debatía sobre la inexistente captura de Bucaram Pulley. Coincidencia o no, mientras las redes borbotaban, Lenín Moreno soltaba un decreto ejecutivo con la eliminación de los subsidios a los combustibles a casi todos los sectores productivos del país. A eso se suma que el régimen liberó la importación de gas de uso doméstico, algo que, según varios analistas, derivará en la paulatina supresión del subsidio a las bombonas con las que los ecuatorianos cocinan sus alimentos.

Menos de 24 horas después, Lenín Moreno dinamitaba el Código de la Salud. En uno de los actos más viles de este régimen -y eso que hay muchos en la cuenta-, se da la espalada no solo a los derechos de las mujeres, sino también a pacientes con enfermedades catastróficas, minorías sexuales, entre otros. Sorprende que hasta el momento la ministra todopoderosa, esa que dice ser “de la izquierda que cree en los derechos y las libertades” no se haya pronunciado. Al parecer, a la “giganta” se le acabaron los megas.

Pero el viernes 25 de septiembre también se conoció que la Junta de Regulación desmontó los controles a las tasas de interés bancarias. Esa desregulación ya se ha visto en Ecuador y la última vez que se le dio a los banqueros tantas libertades hubo más de 2 millones de exiliados.

Todo haría pensar que entre lo de los subsidios, el Código de la Salud y la carta abierta a la banca el país estuviera con las sirenas de alerta. Pero cuando la gente de a poco iba asimilando tantas malas noticias surgió, cual nado sincronizado, la noticia de la captura -esta vez sí- de ‘Jacobito’ en Colombia.

Los medios hicieron su parte. Todos los noticieros centraron sus bloques principales a la deportación del hijo del ‘loco’. La cortina de humo se desplegó con eficacia desmovilizando el debate que tomaba cuerpo sobre los nuevos golpes del Gobierno a la ciudadanía.

Este tipo de “acciones conjuntas” no son nuevos. Es más, ha sido el modus operandi del Gobierno y sus mejores aliados: los medios de comunicación. Y muy a pesar, debo aceptar que ha sido efectivo. Los ecuatorianos estamos de show en show y eso nos lleva a olvidar en cortísimo tiempo la precariedad en la que vivimos.

Veremos qué pasará en los próximos días, aunque soy sincero, dudo que algo relevante ocurra entre los ciudadanos. Estamos muertos en vida, jugados al destino, obnubilados en debates estériles y sin importancia en redes. Estamos entregados al ¡ya qué chucha! y a más de uno le encanta y favorece eso.

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