Quito, 18 abr (La Calle).- 820 millones de personas en el mundo padecen hambre crónica. De ese número, 113 millones enfrentan un hambre que supone una amenaza para su vida y le hace depender de la ayuda externa, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
En este contexto, las consecuencias de no brindar ayuda a los 44 países que necesitan ayuda alimentaria externa o los 55 países que albergan personas que padecen inseguridad alimentaria severa podrían ser catastróficas.
La Covid-19 puede agravar la situación en zonas como el Cuerno de África donde hay un brote de langosta del desierto, la inseguridad que se vive en Yemen, los países que viven de las importaciones de alimentos y aquellos que dependen de las exportaciones petroleras.
Otros grupos vulnerables son los pequeños agricultores, ganaderos o pescadores que por las restricciones son impedidos de trabajar en sus tierras, pescar o cuidar el ganado. Problemas como acceder a los mercados a vender sus productos o no poder comprar insumos debido a la subida de precios son preocupación de la FAO.
Programas de la FAO
Entre los trabajos de esta organización esta el apoyo a los programas de almuerzos escolares en América Latina y el Caribe que benefician 85 millones de niños y de los cuales 10 millones dependen como fuente fiable de alimentación.
La FAO espera que los estados no suspendan los programas de comedores escolares en pro de cuidar la nutrición de niños con escasos recursos y que podrían estar expuestos a otras enfermedades por falta de alimento.
