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La perversidad en tiempos de crisis

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Por: Omar Jaén Lynch
Periodista y docente universitario

Lo que se temía se va cumpliendo para nuestro pesar. No fueron pocas las voces que desde hace dos años y medio alertaron que la “austeridad” planteada por el Gobierno nos iba a pasar factura. Lo que no se sabía era que la situación sería tan calamitosa cuando llegara.

Les escribo desde Guayaquil, Ecuador. Mi ciudad pasa por horas atribuladas. Los hospitales públicos y privados están saturados, no hay insumos para atender a nuestra gente. Varios ya han muerto en sus viviendas, otros en la misma calle. No sabemos cuántos hemos perdido, no hay grupo en Whatsapp en donde un familiar, amigo o conocido no esté enfermo o tenga un fallecido por el Covid-19.

La respuesta del Gobierno fue y es errática. El domingo anterior, en este mismo espacio, advertí que las pugnas al interior de la “mesa chica” de Carondelet resultaron más peligrosas que el propio coronavirus. Y esta última semana lo demostraron con más afán.

Desde lo comunicacional todo sigue siendo un caos. Cada dos o tres horas se emiten cadenas nacionales con distintos rostros (algunos totalmente desconocidos) para “informar” sobre el trabajo de tal o cual instancia de Gobierno. La mayoría parecen más actos de expiación de culpas que verdaderos productos anuncios en tiempos de crisis, algo así como: “mírame, estoy haciendo algo, no me estés criticando”.

Pero aunque haya una dispersión en la vocería gubernamental, en algo sí hay consenso: todo es culpa es de la gente. Sí, aunque suene básico, esa es la estrategia que el gobierno de Lenín Moreno pretende imponer en esta pandemia.

Primero fue María Paula Romo, luego Otto Sonnenholzner, después Oswaldo Jarrín, para cerrar con una vil cadena de Lenín Moreno. Todos y sin excepción pretenden inocular en la opinión pública que si se agrava la crisis sanitaria es por la irresponsabilidad de la gente, sobre todo los guayasenses y los más pobres.

Perverso por donde se lo quiera mirar. La ineficiencia estatal se quiere ocultar echando la culpa a los más vulnerables, a ese padre que se la juega día a día en la calle para llevarle aunque sea un pan a la boca a sus hijos. Se quiere achacar al vendedor de bolos que recorre las veredas para comprar la medicina a la madre. Se acusa de irresponsable al chambero que escarba la basura para ganar unos 3 dólares que le impidan sentir un vacío lacerante en el estómago.

Es muy fácil apuntar desde la comodidad de la casa con plan de internet, servicios básicos y la refrigeradora llena. Pero salgamos de la burbuja: En Ecuador -y más aún en la era de Lenín Moreno- millones de ecuatorianos tienen a la calle como la única forma para subsistir.

Lo más preocupante es que esa idea que proyecta el gobierno desató actos y comentarios regionalistas. Si no, que lo diga la execrable Janet Hinostroza.

Desde el gobierno se aplica esta pérfida estrategia como cortina de humo para evadir la realidad. Esa realidad que muestra que mintieron al país cuando anunciaron que llegarían dos millones de pruebas de Covid-19. Esa realidad que nos golpea cuando vemos a nuestros doctores luchar contra la muerte sin las protecciones básicas. Esa realidad que nos indica que el régimen prefirió pagar 320 millones de dólares a tenedores de deuda en vez de inyectar esos recursos de manera urgente al sector de la salud. Esa realidad que devela que los hospitales del IESS siguen secuestrados por un infame linaje. Esa realidad que aturde cuando nos damos cuenta de que Ecuador no tiene presidente.

Siempre supe que este gobierno era, por decir lo menos, infame… pero ni yo me imaginé que llegarían a tanto.