El primer libro que leí de Mario Vargas Llosa fue “La Casa Verde”. En mi clase de literatura, la profesora siempre habló maravillas de ese escritor que en 2010 ganó un Nobel de Literatura, el primero para un peruano.
No fue hasta después que descubrí el lado político del famoso Nobel. Candidato presidencial en 1990, en esa oportunidad perdió las elecciones con Alberto Fujimori. Desde entonces, al parecer, se volvieron enemigos encarnizados. El expresidente se convirtió en el demonio en forma humana para Vargas Llosa.
Imaginen ahora mi sorpresa cuando este destacado autor invitó a los peruanos a votar por su hija Keiko y describirla como un “mal menor”. Como todos los escritores del boom, Vargas Llosa simpatizó con el comunismo en buena parte de su juventud y adultez. En 1970, dio un paso al liberalismo del que no volvería a salir.
Que difícil fue separar al escritor de “La Ciudad y los perros” y de “Pantaleón y las visitadoras”, entre otras grandes obras del político liberal y “derechoso” en el que se convirtió. Es difícil hasta que se analiza su forma de vida. Divorciado de su devota Patricia, ahora viviendo junto a Isabel Preysler, en un piso lujoso en Madrid.
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En España creó la Fundación Internacional para la Libertad, un “think tank” que discute el liberalismo y las formas de diseminar ese pensamiento en Latinoamérica y España. Una alternativa para luchar el comunismo y el castrochavismo de la “Iberosfera” como dirían los dirigentes de VOX: un lugar de bien.
Es por eso que en su último evento, con motivo de la posesión de Guillermo Lasso, Vargas Llosa y Keiko se vieron las caras a través del zoom.
Saludaron como viejos amigos, Ella hasta con una sonrisa tímida, como si en 2011,Vargas Llosa no hubiera dicho que salvó al Perú con la victoria de Ollanta Humala.
Como se sabe, los intereses se enredan entre las manos de los políticos como una tela de una araña. ¿Con cuántos Vargas Llosa nos topamos en el camino de la política?
Posdata: Al terminar este artículo, Pedro Castillo (el mal mayor) ya aventajó a Fujimori.