Por: Sebastián Tamayo Villarroel
Twitter: @tamayo95se
Durante la emergencia sanitaria, las líneas discursivas del Ejecutivo, replicadas por los medios de comunicación tradicionales buscaron aplacar ciertos inconvenientes de la gestión gubernamental. En orden cronológico, el discurso de Lenín Moreno auguró la responsabilidad a terceros a través de las fake news.
El objetivo fue esconder ante la opinión pública, el alto índice de mortalidad como resultado de la pandemia y el colapso del sistema de salud, cuyo origen se remonta a los recortes del presupuesto a la cartera de salud en años anteriores.
La segunda etapa aparece con el desempleo y la normalización del subempleo como política pública, efecto de la crisis económica. Con este nuevo hito, el discurso oficial dejó de lado a los fallecidos y las críticas en torno al sistema sanitario y dirigió la conversación a los beneficios de la flexibilización laboral.
Sin embargo, las contradicciones en propio gobierno obligaron a los estrategas políticos de Carondelet a cambiar la agenda mediática. En esta ocasión, el malestar social incluyó movilizaciones. Mientras Lenín Moreno decía que su objetivo es conservar los empleos, arrasaban con el sector público.
La opción para el fin de la cuarentena fue exponer los casos de corrupción para aplacar los efectos de las medidas económicas, la gestión gubernamental y los fallecidos en la opinión pública. Además, las fichas empiezan a moverse en el marco prelectoral.
La cobertura mediática de los casos de corrupción no distinguió entre medios tradicionales y alternativos, a diferencia de las dos primeras etapas. Esta vez, la estrategia recuerda la ilusión de la aldea global. Nos olvidamos de los fallecidos, las deficiencias en la gestión gubernamental y las medidas económicas y seguimos absortos por los casos de corrupción expuestos.