Editorial del Econ. Marco Flores T.
Quito, 08 may (La Calle).- En los últimos tiempos algunos opinadores sostienen que el FMI “ya no es el de antes” y se ha convertido en un organismo muy “sensible”, tanto que el Ministro de Finanzas le ha pedido permita a Ecuador invertir 1.000 millones de dólares porque el país social se cae a pedazos.
Conmueve también la “sensibilidad” del Ministro frente a un país que humillando su soberanía bien entendida, pide le permitan reducir en 1000 millones las metas de acumulación de depósitos y reservas internacionales establecidas por el propio FMI.
La Argentina de Macri es vívido ejemplo de los resultados letales que especialmente para la gente con menos capacidad de defensa produce la austeridad expansiva prescrita en la receta única que fue aplicada más los 46000 millones de dólares que de un crédito total de 57000 millones fueron efectivamente desembolsados por el FMI, pero que mientras ingresaban, gracias a las “responsables políticas de ajuste” en marcha, inmediatamente volvían a salir, dejando a los argentinos sin los dólares pero con la colosal deuda sobre sus espaldas, tal como hasta el cansancio lo ha explicado y demostrado Martín Guzmán, el actual ministro de Economía argentino.
Solo un tonto podría pensar que hay quienes promueven que los gobiernos sean fiscalmente irresponsables, cuando de lo que se trata es de ir corrigiendo los desequilibrios fiscales pero sin asfixiar la economía ni el crecimiento, sin exacerbar desempleo, subempleo y pobreza.
Es hasta posible que el FMI ya no sea el de antes. Pero en Ecuador sí siguen los de antes controlando la economía. Son ya 5 años de “responsabilidad fiscal” criolla que unida a la pandemia lo ha desempleado, empobrecido, precarizado, angustiado y desbordado de inseguridad, mientras paralelamente, poquísimos grupos se han enriquecido como nunca antes, coincidencialmente, aquellos que pusieron a sus empleados como ministros de finanzas y consejeros presidenciales.
Solo el “sensible” pago de los Bonos Globales 2020, al 100% de su valor nominal, realizado justamente mientras se reestructuraba la deuda pública externa con tenedores privados, dizque “para dar buenas señales a los acreedores”, le costó al país sobre 200 millones de dólares que fueron los que perdieron los ecuatorianos en el momento más crítico de la crisis sanitaria. Todo esto sin considerar los pagos anticipados de deuda externa a dos bancos privados internacionales que con justa indignación conoció el país también cuando arreciaba la pandemia y el sistema de salud carecía hasta de lo imprescindible.
Entonces como ahora se pudo y se puede observar una gran coincidencia entre los funcionarios nacionales del “equipo económico” y los analistas que trabajan o trabajaron para organismos financieros internacionales, todos muy “sensibles” ponderando y difundiendo la necesidad de “poner la casa en orden” a cualquier costo y como dogma irrenunciable. En ellos también se cumple la profecía del profeta Isaías: “Por mucho que oigan, no entenderán; por mucho que vean, no percibirán”.