Así, rebuznando para adentro, el ex director de ¿inteligencia? del Ecuador, un tal M. Pazmiño, pretende conseguir adeptos desadaptados para su noble causa. Dicen que el Mario es experto en desaparecer, no sabemos qué, pero algo desaparece. Y después de escucharle balbucear al puro estilo socialcristiano, no cabe duda que la poca inteligencia se le fue a las botas. Lo bueno es que sólo le hacen caso unos cuantos desubicados que se disfrazan de toreros y se dan de libertarios y defensores de los adoquines de la capital y olé. Que dizque quieren voluntarios bien machos, bien pantalón vaquero para defender a Quito; y que se van a plantar en las iglesias para que los vándalos y los indios no las ataquen.
¡Muero, qué ternura!
A ver, hoy queremos verles ahí, abrazados con las rejas y las puertas de las iglesias. El Pazmiño, y sus huestes paramilitares-libertarias-antivandálicas, disfrazados de soldados y con una bandera donde esté estampada la cara del Nebot, cuidando el patrimonio que ni conocen. ¿Y si -de pasito- se amarra a una cruz el concejalito Bernardo Abad? Ojalá que aparezca para que los quiteños le abracen y le digan cosas bellas por su odio a los desadaptados.
El Bernardo, ¡ay el Bernardo!, hasta para ser tonto le falta puntaje.
PROTESTEN, PERO MEJOR SERÍA QUE NO PROTESTEN
Algo así nos quiso decir el alcalde. Me parece que se confundió y pensó que estaba contando chistes en su radio. Tanta es la presión de las familias de bien, de las Cámaras de empresarios y los medios de comunicación, que al pobre Yunda ahora le tocó alinearse con el discurso de la novel escritora de libros de violencia al apuro. Ya mismo que la ministra, el David Reinoso y el alcalde arman un programa cómico en la radio Canela.
Son de risa.
Está bien que cuide el Centro Histórico; pero ¿y si también opina, un poquito, sobre algún tema de interés para los quiteños? Digamos, por ejemplo, el alto índice de desempleo en la capital. O la violencia de algunos de sus policías municipales para dejarle sin sustento a muchos vendedores informales que sobreviven con sus pocas ventas. Tranquilo alcalde, no le van a ensuciar sus paredes ni van a arder sus iglesias. No se espante con las marchas. Si no se asusta con las aglomeraciones en los centros comerciales, ¿cómo se va a espantar con protestas ciudadanas?
Si de sustos se trata para eso está el Boltaire. Ya tiene cercado el Centro histórico como si fuera zona de guerra. Le pusieron púas hasta en el calzoncillo al pobre. Se orina cada diez minutos cuando le anuncian movilizaciones. De gana tanto pavor. Lo único que tiene que hacer es salir huyendo a Guayaquil donde su pana el Nebot le dará hospedaje gratuito, y ya.
O mejor, refugiarse en el Banco Guayaquil de por vida.