¿Y los invitados? La comunidad internacional no regresa a ver a Ecuador

Quito, 24 may (La Calle).- Ni los países de la Región miran con los mismos ojos a Ecuador. La asistencia de mandatarios a eventos oficiales en el país, como investiduras presidenciales y cumbres regionales, ha experimentado una caída sostenida a lo largo de las últimas cuatro administraciones: de las multitudes diplomáticas en tiempos de Rafael Correa al semivacío que acompañó a Daniel Noboa.


De 11 presidentes apenas dos estuvieron en la posesión de Daniel Noboa

En comparación con la posesión de Rafael Correa en 2007, el acto protocolario reunió a 11 presidentes y al Príncipe de Asturias. Fue el punto alto de una diplomacia regional impulsada por la ola progresista, la UNASUR y una inversión decidida en política exterior. La reciente investidura de Daniel Noboa solo contó con dos mandatarios presentes. Situación similar a la Cumbre Iberoamericana del año anterior realizada por primera vez en nuestro país, con sede en Cuenca, marcó otro hito del aislamiento. Solo 6 de 22 jefes de Estado asistieron a la convocatoria. Delegaciones como México, Argentina y Colombia enviaron a sus cancilleres.

¿Qué explica esta caída?

Con Lenín Moreno, en 2017,el giro político interno marcó el inicio de la reducción diplomática. Con Guillermo Lasso, en 2021, el enfoque se desplazó hacia alianzas conservadoras y potencias como EE.UU. y España. La tendencia se profundizó con Noboa, quien ha priorizado los acuerdos bilaterales antes que los foros regionales. Para los analistas, esta subrepresentación refleja la falta de una agenda clara y el progresivo desinterés de América Latina por un país que ya no se reconoce como actor articulador.

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Primero, el alineamiento ideológico. Mientras Correa convocaba a líderes del ALBA y la UNASUR, Lasso y Noboa se han acercado a la OEA y tratados como el de libre comercio con la UE.

Segundo, la capacidad de incidencia. Durante la década ganada, Ecuador impulsó instituciones como el Banco del Sur y logró atraer inversión de China y Rusia. Hoy, con esos espacios debilitados, la proyección regional se ha diluido.

Tercero, la estabilidad interna. Entre 2007 y 2014, el país creció un 4,3% anual y redujo pobreza. Entre 2020 y 2024, acumuló recesión, inflación y un incremento en la percepción de corrupción. El caos interno debilita la confianza externa.


¿Y ahora qué?

Expertos coinciden en que recuperar protagonismo no será automático. Se necesita una política exterior activa, menos reactiva, que evite depender del aplauso de grandes potencias y fortalezca la cooperación Sur-Sur. La diplomacia no se improvisa: se construye con coherencia, estabilidad y visión a largo plazo.