Quito, 24 dic (La Calle).- Los villancicos han desempeñado un papel crucial a lo largo de los siglos, llevando consigo historias que trascienden fronteras y épocas. Desde las notas del más antiguo de todos, “Iesus Refulsit Omnium” del siglo IV, atribuido a san Hilario de Poitiers, hasta los clásicos contemporáneos.
“Noche de Paz”: Un Accidente Divino de 1818
Entre ellos destaca “Noche de Paz”, cuya historia se remonta a la Navidad de 1818. El sacerdote austriaco Joseph Mohr, enfrentándose a un órgano averiado en la capilla de San Nicolás en Oberndorf, decidió crear un canto que pudiera ser interpretado con guitarra durante la misa de gallo. Así nació “Stille nacht, heilige nacht”, conocido hoy en día en 330 idiomas.
“Joy to the World”: Inspirado en el Salmo 98
En el ámbito anglosajón, “Joy to the World” ha dejado una marca imborrable. Escrito por Isaac Watts e inspirado en el Salmo 98, la música se atribuye a Federico Handel, cuyas partituras coinciden en varias secciones con su célebre obra “El Mesías”.
Villancicos en Diversidad: Italia, Francia y España
Italia presenta “Tu scendi dalle stelle” de San Alfonso María de Ligorio, mientras que Francia resuena con “Il est ne le divin enfant” (Ha nacido el divino niño). En España, “Campanas de Belén” y “Los Peces en el Río” destacan como clásicos.
Latinoamérica: Un Mosaico de Tradiciones Navideñas
Desde “Vamos Pastorcitos” en Argentina hasta “Mi burrito sabanero” en Venezuela y “Llegaron ya” en Perú, cada país latinoamericano teje su propio himno navideño. Colombia entona “Tutaina tuturumaina”, mientras que Honduras camina al ritmo de “Caminando por Tegucigalpa”.
Es importante destacar que muchos villancicos latinoamericanos son adaptaciones de canciones españolas, como el conocido “Antón tiruriru” en Colombia, derivado del villancico catalán “La pastora Caterina”.
Origen
Además, a las puertas de la época navideña, recordamos que los villancicos, como su propio nombre indica, son la melodía de los pueblos, la crónica sonora de la vida cotidiana. Surgieron en el siglo XIII como expresión poética española y se difundieron en España en los siglos XV y XVI, llegando a Latinoamérica en el XVII. Inicialmente profanos, estos cánticos se institucionalizaron en el siglo XVII como elementos esenciales en celebraciones religiosas. Durante la colonización en América Latina, los villancicos se convirtieron en herramientas de evangelización.
En Ecuador, parte fundamental de este proceso cultural es el legado musical de Salvador Bustamante Celi, autor de renombrados villancicos. Su contribución, que incluye obras como “Dulce Jesús mío” y “Claveles y rosas”, ha trascendido más de 100 idiomas, consolidando a Bustamante Celi como un ícono musical ecuatoriano. Su fallecimiento en 1935 no apagó su influencia, y su música sigue siendo un componente integral del patrimonio cultural ecuatoriano y mundial. (AGM).