Bolivia. Me costó aceptarlo, debo confesarlo. Mientras observaba la señal de la cadena Unitel en la pantalla de mi celular, me era inevitable sentir ansiedad. ¿Cómo no sentirla? Si hasta ese momento todo pintaba como el más grande fraude electoral jamás visto y trasmitido en vivo.
Fue de un momento a otro, en la pantalla se vio a una presentadora de la cadena televisiva ubicarse en un plano general mientras que desde el piso emergían animaciones de barras. El primero a la izquierda correspondía a Luis Arce, el candidato del Movimiento Al Socialismo (MAS). El eterno ministro de Economía de Evo Morales, según el conteo rápido de la firma Ciesmori, había alcanzado el 52,4% de los votos frente al 31,5% de Carlos Mesa.
Me costaba aún asimilar lo que veía
Por mi mente se cruzaron, tipo flashback, todas las imágenes de los últimos 12 meses en Bolivia. La violencia en Santa Cruz, a los militares y policías sublevados, a Morales y García Linera -entre lágrimas- dejando La Paz para viajar a Ciudad de México. También recordé a la “gorilada” que violentó la casa de Morales y que se indignó porque un indio cocalero tuviera tina de baño y televisor. Así como rememoré cómo turbas racistas agredieron, echaron pintura y escupieron a la alcaldesa de Cochabamba, Patricia Arce. Ahora ella estará en el Senado tras conseguir su curul con votos y de manera arrolladora.
Lo ocurrido en Bolivia hace 7 días es quizás la mayor demostración de madurez civil de las últimas décadas. El pueblo, el verdadero pueblo boliviano, castigó en las urnas a todos los que hace un año provocaron el golpe de Estado: Grupos de derecha, medios de comunicación, cúpula militar y la OEA de Luis Almagro. Una vendetta democrática que deberá tener un espacio importantísima en los libros de historia.
No niego que he disfrutado mucho esta semana ver a presentadores de noticias en Ecuador intentando explicar los resultados en Bolivia. Entre muchas estupideces, leí mensajes de medios públicos y privados “alertando” que lo mismo podría ocurrir en Ecuador en febrero de 2021, por lo que es “hora de la unidad”. En buen romance, la maquinaria mediática “aconseja” a los votantes a reunirse en torno a la figura de Guillermo Lasso para evitar que Andrés Arauz gane en una sola vuelta.
Cero autocríticas, como es costumbre
La derecha -con sus medios a cuestas- no reflexiona que el tema no va por licuar candidatos en una papeleta, suponiendo que el voto se endosa automáticamente. Si en Bolivia la izquierda regresó como un tsunami es porque la derecha, con la bufona de Jeanine Áñez a la cabeza- dinamitó el Estado, lo dejaron famélico. A esto se suma la represión y masacres contra el pueblo movilizado.
Volviendo al caso ecuatoriano, ¿puede ocurrir lo mismo que en Bolivia? Creo que estamos en un 50-50. Un 50% que sí, porque Lenín Moreno, la banca y medios de comunicación tienen el mismo eje de administración que tuvo Áñez. Y un 50% que no, porque la Revolución Ciudadana -al momento- no tiene la capacidad electoral y política del MAS boliviano. Además, el candidato que ganó fue el ministro más destacado de la era Morales, mientras que en Ecuador, Andrés Arauz aún tiene que demostrar su entera capacidad para manejar un país que está quiebra. Son realidades distintas, que podrían unirse en el camino.
Lo cierto es que los bolivianos, con el infinito poder del voto, regresan a la democracia. También impulsan un nuevo eje geopolítico: Buenos Aires – La Paz – Ciudad de México. ¿Se unirá Ecuador? Solo queda esperar lo que dicen las urnas.