Una de cal y otra de arena | Reflexionando con Tik Tok

Reflexionando con Tik Tok

Admito que me encanta Tik Tok y aunque todavía no tengo el valor para subir uno de esos divertidísimos y “zonzos” videos, —hay de todo—, soy una asidua “veedora” de Tik Tok. Dicho esto, la anécdota inicia con uno de estos influencers fit, que hablan directamente a las mujeres gordas con soluciones rápidas y sencillas para estar acordes a las pequeñísimas medidas que se requieren para llegar a “ser sexy y guapa”. Haciéndoles confidentes de mis debilidades, dónde hay recursos para bajar de peso, me quedo prendida.

Ojito que la historia tampoco tiene que ver con sentirme “saludable”, algunos mandatos sociales desde hace varios años que han ido “perdiendo peso” sobre mí; no sé sí los he superado, pero soy menos ingenua al respecto. Y para dejar zancado el tema del atractivo físico, modestia aparte; en esta etapa de mi vida me siento como Nathy Peluso: “una perra sorprendente, curvilínea y elocuente, magníficamente colosal, extravagante y animal”.

Retomando el cuento, el consejo fit que este muchacho explicaba se relacionaba con el movimiento corporal; aseguraba que, con 30 minutos al día de salto con soga, se perdían esos kilitos de más. Obviamente, su breve receta estaba atravesada por la superioridad moral que poseen los y las entusiastas del ejercicio. Ciertamente que tampoco soy yo; en mi caso, esa fuerza que me motiva a experimentar con cualquiera de estas fórmulas, se llama novelería.  

Inmediatamente y con mucha ilusión fui a comprar la cuerda, visualizando que estos huesitos gruesos rebotaban como profesionales. Efectivamente, la mañana del siguiente día, yo era poderosa, dueña de mí misma, subí a la azotea, dónde medio vecindario podía vigilar con claridad la hazaña que me proponía a realizar. Valiente, decidida y con un outfit muy sexy. ¡Qué caray!, que el barrio conozca que mi “cuerpazo” va rumbo a la naturaleza de las flacas.

Tanta alharaca responde a que alguna vez escuché que hay que “creérsela” para conseguir los sueños. Y ahí estaba yo, dando un espectáculo al vecindario; con licra apretadita y camiseta impermeable, porque según mis fantasías, habría tanto sudor que la panza desaparecía con los primeros mil saltos. Lo que no sabía era que no solo me jugaba la salud, sino la reputación.

Terminada la rutina; tuve un hallazgo: el cuerpo no me dio para los mil brincos, pasaron los treinta minutos y solo alcancé seiscientos; y, no es una queja ligera, al siguiente día no podía con el dolor muscular, al punto de necesitar analgésicos. Definitivamente, no sé si me ejercité mal o estoy en pésimas condiciones físicas; pero ya sé que no puedo andar por la vida haciendo estas gracias, de buenas a primeras, sin antes evaluar las consecuencias.

Pero no crean que el drama se quedó en el malestar corporal; mi papá apareció con el comentario inesperado: —¿qué has estado haciendo en la terraza, hijita?, me dicen algunos vecinos que te han visto. Con el mismo cinismo de Guarderas, que asegura que el aluvión en La Gasca es “producto de la naturaleza”, respondí: —lo que siempre hago papi, ejercicio. De inmediato, la vida me mostró otro descubrimiento con la respuesta de mi progenitor: —verás hijita, harás con cuidado, vayas a estar cayéndote, resulte peor el remedio que la enfermedad.

Dicen que el diablo sabe por viejo y no por diablo. Consecuentemente, me encuentro con la investigación de Daniel E. Lieberman, un paleontoantropólogo de la universidad de Harvard, estudioso que asegura que el cuerpo humano nunca evolucionó para hacer ejercicio. Nuestros antepasados si bien estaban en actividad física, debido a la cacería, recolección de alimentos, agricultura, etcétera; jamás se plantearon el movimiento corporal por una cuestión de salud.

Solo en las sociedades modernas una de las verdades incuestionables es el deporte como un requisito sine qua non para estar vital, hasta se ha medicalizado: que si para el colesterol, que si para el estrés, que si para la salud mental, que si para el insomnio.  No nos confundamos, los beneficios de la actividad física son verdad; la controversia radica en la exageración de los mismos. Para Lieberman esta idea de “me gusta ejercitarme” es una patraña porque no está en la condición humana realizar este tipo de actividad.

¿A qué viene lo expuesto? A invitarte a no sentir culpa por tu evitación constante al ejercicio, según este experto “el deporte no es natural”, va más allá de la voluntad; pero tampoco te dice que no muevas tu cuerpo. Como cualquier investigación, es un llamado a poner en duda las prescripciones mágicas que soluciona la existencia, en este caso, a través de la evaluación de las ventajas del movimiento y descanso.

No, no he perdido el hilo. Quería aterrizar con este largo cuento del Tik Tok para plantear que somos parte de un mundo que cambia y hoy a una velocidad vertiginosa. No se trata solo de pensar, sino cuestionar lo que pensamos. ¡Atrevámonos a establecer nuevas relaciones con nuestra realidad! Recuerda, las cosas pueden ser de otra manera.

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