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Una de Cal y otra de Arena | La comida, un espacio para renovarnos y no anularnos

La comida, un espacio para renovarnos y no anularnos

Estoy consciente de que la desnutrición infantil es uno de los mayores problemas de salud pública en Ecuador; frente a esto, escribir sobre del placer de comer puede parecer trivial y superficial. Sin embargo, no es un asunto frívolo porque el enfoque adecuado acerca de los alimentos también crea salud, pero no esa que se limita a las tallas y al peso corporal; sino una mirada holística que busca el equilibrio entre lo biológico, psíquico, social y, para los creyentes, espiritual.

Desde niña aprendí a categorizar la comida: buena o mala. Recuerdo, en más de una ocasión, una sensación angustiante respecto a la sopita de fideo: por un lado, la disfrutaba; pero, por otro, un sentimiento de culpabilidad porque no era un “buen alimento”.  Lejos de elaborar un juicio de valor, quiero poner en perspectiva este comportamiento alrededor de algo tan básico y necesario para vivir, como lo es comer.

Todas nuestras creencias están afectadas por el paradigma patriarcal. ¿Por qué el acto de comer no ha de estarlo? La ciencia médica se ha legitimado como absoluto conocedor referente a la biología humana, negando nuestra sabiduría corporal. Esta mirada salutista se ha encargado de patologizar a los organismos robustos porque, según la nutrición, los “cuerpos saludables” cumplen con “ciertos estándares”.

No niego el conocimiento del profesional de la salud, pero sí me cuesta aceptar que una mirada foránea me conozca más que yo. Ningún estudio científico puede darme certezas acerca del comportamiento particular de mi cuerpo y su relación con la comida. Se trata de un control exterior qué me dice cómo debo actuar, silenciando mi guía interior, mi sabiduría de mujer.   

Felizmente, he encontrado otros enfoques nutricionales que son compasivos: plantean que el peso no es un indicador de salud; por consiguiente, apuestan por una mirada inclusiva con los cuerpos de todas, todos y todes. ¿Es posible esto? Claro que sí, por ejemplo, ¿quieres orinar?, vas al baño próximo y orinas; no te cuestionas si está bien o mal hacerlo. ¿Por qué no ocurre lo mismo cuando tenemos hambre y más aún con los “antojos”? Es común escuchar: “estoy pecando con este chocolatito”.

Promovamos la salud no desde la prohibición, porque la comida no es buena, ni mala, simplemente, es comida. El acto de comer es más que comer: es vivir con bienestar, ya que invita a conocernos. ¿Por qué como lo que como?, ¿qué me gusta?, ¿cuáles sabores disfrutan mis papilas gustativas?, ¿cuántos sentidos se activan al comer?, ¿existen olores y texturas que no soporto?, ¿qué alimentos me permite mi economía? Aprendamos a escucharnos y respetarnos. Descubramos nuestra dieta personal.

No se trata de perder peso o engordar, sino de crear salud comenzando con la sabiduría propia; lejos de una influencia cultural que nos pone de rodillas cuando no somos “cómo deberíamos ser”. Miremos nuestra humanidad desde la confianza, disfrutando de cualquier alimento y, a mi criterio, lo más importante: comprendiendo lo que necesitamos, que incluye honrar el apetito.

Comer de forma consciente permitirá descubrir anhelos que están ocultos: un abrazo, otro trabajo, una pareja, etc.

Comer es activar esa sabiduría interior porque da paso a la posibilidad de reconocerme y aceptarme sin cuestionamientos. Soy suficiente y mis deseos son válidos. Dejar atrás esas ideas que nos limitan: las mujeres comen poquito; la delgadez es sinónimo de belleza; no he hecho méritos para zamparme algo “rico”; lista para la “operación bikini”. ¿Por qué me debo privar del placer lícito de echar un bocado? Así como leen: goce legítimo.

Es absurdo sentirnos mal porque disfrutamos de un platillo, utilicemos la imaginación para que nuestras comidas sean variadas y sabrosas. No, no estoy diciendo que mi vida está llena de pizza y pan de ajo; digo que el respeto a mi cuerpo me regresa ese poder personal para mirarme con compasión y, a la vez, darle autoridad a mi voz.  

Te deseo que el comer se convierta en buen humor, alegría y pensamiento.

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