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Una de cal y otra de arena | La autonomía del cuerpo

La autonomía del cuerpo

En varias ocasiones he insistido acerca de cómo la industria de la belleza controla nuestras vidas, a través de nuestros cuerpos; pero no es el único modelo de imposición de poder, el sistema sanitario también nos dice a las mujeres qué debemos hacer con el cuerpo. ¿Qué tiene que ver la ciencia médica con el tema de la opresión?, ¿no será que estoy exagerando un poquito medio bastante?

No, las disciplinas científicas no son objetivas e impolutas como se lo piensa; son saberes que están cargados de conceptualizaciones ideológicas, conjunto de ideas relevantes para el grupo social, que explican la realidad (momento histórico) en la que se vive, mediante la transmisión de valores que se buscan conservar.

En breve, lo que quiero decir es que el conocimiento que se genera para que sea válido debe sostener un sistema social, que en nuestro caso es capitalista, patriarcal y con una supremacía blanca (racista). Daysi J. Camacaro, Cuerpo de mujer: territorio delimitado por el discurso médico, explica que la ciencia médica moderna hereda de la medicina greco-romana un enfoque biológico despectivo del cuerpo de la mujer por ser diferente a la anatomía del hombre. Además, agrega que, como la construcción de este saber ha estado, mayormente, en manos de los hombres, se ha perpetuado esta mirada masculina.

La investigación de Camacaro pone en perspectiva que la medicina se ha interesado en el cuerpo de la mujer y ha impuesto sus representaciones absurdas, que para cada época eran verdad y daban un significado al cuerpo feminizado. Tratados que describían a la menstruación como sucia o patológica; otra anomalía fueron los senos, lugar que concentraba la sangre que no podía fluir y se relacionaba con la locura; el útero y su vinculación con la histeria.

Al día de hoy esta visión persiste. La mujer sigue siendo un territorio masculino, avalado por el discurso médico, mismo que permite justificar situaciones socio-políticas.

“Ellos conocen y entienden nuestro cuerpo más que nosotras”. Por eso, el primer mandatario, Guillermo Lasso, parafraseándolo, aseguró que las mujeres, “porque todas somos iguales y tenemos las mismas condiciones sociales, educativas, económicas, culturales, etc.”, transcurrido el acto sexual, a los cinco días podemos saber si estamos embarazadas o no. Este es el “argumento” que rebate el plazo de 18 semanas como excesivo para que una mujer-niña violada de la ruralidad pueda abortar.

Las mujeres, para la perspectiva médica, existimos desde el síntoma, dejando de lado otras dimensiones que nos atraviesan como personas: emociones, psiquis, economía, educación, clase, etnia, edad, etc.  Por ello se comprende que cuando somos víctimas de una violación, la atención se centra en el hecho concreto y no en el sufrimiento-trauma posterior que esto nos puede ocasionar. ¿Cómo es posible que una mujer violada deba presentar una declaración juramentada que acredite la agresión sexual?

¿Por qué es urgente que las mujeres decidamos sobre nuestros cuerpos? El ejercicio del ser se efectúa mediante la corporalidad; el poder sobre nuestros cuerpos es directamente proporcional al poder que tenemos en otros ámbitos de nuestras vidas. Sin embargo, cuando el control del cuerpo descansa en el exterior, no existe autonomía y se materializa en matrimonios con menores de edad, violaciones, mutilaciones genitales, embarazos no deseados, etc.

Exigimos una administración gubernamental que comprenda que la violencia de género es estructural y la combata con políticas públicas multicausales, más no criminalizando a las mujeres víctimas de un sistema que nos percibe como objetos.

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