Un país indefenso | Opinión

Ecuador empieza un año con el dolor por el asesinato y la desaparición forzada de cuatro menores de edad. Saúl, Steven, Ismael y Josué vivían en Las Malvinas y les gustaba mucho jugar fútbol. Sus familias luchaban día a día para que puedan ir al colegio. Tener estabilidad económica es difícil en un país marcado por la pobreza y la desigualdad. El día en el que un grupo de militares se los llevó, los niños habían jugado un partido. nadie debería morir por salir a la calle, nadie debería sentirse inseguro en el barrio, la ciudad que habita.

Lastimosamente en Ecuador eso parece un sueño lejano. A los cuatro de Guayaquil le siguen otros casos de violación a los derechos humanos, humillación, persecución y otras acciones que atentan contra la seguridad de los ecuatorianos. El 10 de enero de 2024, el presidente Noboa, que llevaba dos meses en el cargo, decidió decretar «conflicto armado interno», una figura que refiere a dos o más partes beligerantes en un mismo Estado. Los cambios llevaron a que las Fuerzas Armadas realicen operaciones en conjunto con la Policía Nacional.

Caso Carlos Vega

Resulta paradójico que las fuerzas del orden que deben velar por nuestra seguridad y protegernos, sean quienes pueden infligir un daño potencial. El 3 de febrero, un grupo de militares abrió fuego contra Carlos Vega, le dieron cuatro disparos. Iba con su primo Eduardo Velasco a vender un cachorro. Las Fuerzas Armadas dijeron que los tomaron por presuntos terroristas ¿por qué asumir en vez de preguntar? ¿porque atacar en vez de dialogar?

Para la Fiscalía procesó a un miembro activo de la Armada del Ecuador por su muerte. El uniformado será investigado por el delito de extralimitación en la ejecución de un acto de servicio con resultado de muerte. Su familia, con dolor pide que lo procesen por ejecución extrajudicial. Carlos soñaba con ser marino y su vida terminó a manos de un miembro de las Fuerzas Armadas.

Con el caso de los 4 de Guayaquil, las dos sentencias de habeas corpus ponen la mirada en las extralimitaciones de los militares y la nula capacitación que tienen en Derechos Humanos. A ello se suma la formación que tienen, destinada a los conflictos externos ¿Por qué militarizar el país sin entender las consecuencias que pueden tener para los ciudadanos?

Caso Aidita Ati

El 29 de junio, encontraron a la subteniente Aidita Ati muerta en su habitación del Fuerte Militar Napo. Lo que en un inicio se dijo era una muerte accidental se convirtió en un caso de femicidio al descubrirse en la autopsia que la asfixia fue por estrangulamiento. Su padre se preguntaba el día de su velorio y entierro «¿Quiénes nos están defendiendo, si ellos están matando a nuestras hijas?».

Deberíamos preguntarnos lo mismo ¿quiénes nos están cuidando? En septiembre, la Fiscalía se abstuvo de acusar a los 6 militares involucrados y quedaron libres. La Comisión Ocasional que investigó este caso en la Asamblea Nacional indicó que hubo omisiones y negligencia por parte de la Fiscalía. A las inconsistencias de la autopsia se suman una cadena de custodia deficiente y la presunta falta de perspectiva de género en la investigación. No hay justicia ni verdad para la familia de la subteniente ni para el país.

¿Qué nos queda?

Estos casos no son los únicos. Gente en redes sociales denuncian extralimitaciones por parte de las Fuerzas Armadas. Es indignante que el discurso de las Fuerzas Armadas y el Gobierno sea culpar a los ciudadanos asesinados. Que los niños de Las Malvinas estaban involucrados en un presunto robo, que Carlos Vega y su primo eran presuntos terroristas, que la subteniente Ati había acudido a una fiesta no autorizada y bebió demasiado alcohol.

¿Dónde está la responsabilidad del Gobierno? Un discurso que no culpe a las víctimas ¿los ciudadanos tenemos la culpa de ser asesinados en este país? Es el momento de preguntarnos ¿qué nos queda? Verdad, justicia y reparación son palabras muy gastadas en el país. Debemos utilizarla casi todo el tiempo porque no son visibles. Porque vivimos en un país indefenso y sin certezas.

Nos solidarizamos, desde la Calle, con las familias que han perdido a sus seres queridos de una forma grosera y horrorosa y sin respetar ninguna condición. En nuestras manos está como ecuatorianos exigir respuestas. Mañana puede ser cualquiera de nosotros, por ello debemos recuperar el respeto a los Derechos Humanos en el Ecuador. Depende de nosotros pasar de un país indefenso a un país respetuoso de los derechos y los ciudadanos.

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