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Un día como hoy, hace 112 años, llegó el tren de Alfaro a Quito

César Albornoz / Docente universitario

Quito, 25 jun (La Calle).- Después de arduos nueve años de construcción, en los que se tienen que sortear todo tipo de dificultades, al fin, el ferrocarril trasandino llega a Quito y el presidente Eloy Alfaro inaugura su obra magna en la estación de Chimbacalle con toda la gala que el acontecimiento amerita. Han transcurrido 112 años y ahora los buitres quieren apoderarse de él.

Desde sus inicios, el ferrocarril trasandino tuvo poderosos enemigos, desde cuando Eloy Alfaro lo convirtió en el símbolo de su revolución con todos sus inmensos significados: modernización, integración nacional, desarrollo económico, intercambio cultural y conexión con el mundo para que el Ecuador deje de ser un país semifeudal, encerrado en sí mismo con una precaria situación económica de su gente trabajadora, dominada por esa amalgama de élites decadentes conformada por terratenientes, burguesía vendedora y compradora dependiente y clero retrasador y controlador  de conciencias.

Si su proyecto ‒combatido y frustrado por tradicionalistas e ineptos que han dominado la política ecuatoriana con el poder del dinero, con el control de la educación y el manejo de la propaganda‒ hubiera prosperado atravesando el Ecuador de ferrocarriles del Estado, otra sería la realidad de la economía, la política y la cultura de nuestra patria.

Contra la privatización

Por eso, luchar contra su venta o privatización, como de las demás empresas estatales, es uno de los aspectos importantes de la lucha contra el neoliberalismo y sus afanes de convertir al Ecuador en abastecedor de materia prima y mano de obra baratas en beneficio de grandes transnacionales y sus lacayos locales que viven de las migajas que les arrojan sus amos foráneos.

Si las empresas públicas no funcionan bien,  o no tienen los beneficios esperados en favor de su pueblo que los construyó con su propio esfuerzo y dinero, la solución no es venderlas sino mejorarlas.

Conservadores, seudoliberales antialfaristas hasta los actuales entreguistas del patrimonio y de la soberanía nacional, obras de la trascendencia del ferrocarril para el desarrollo del país, siempre han tenido y tendrán sus detractores. A esa antipatria ya bicentenaria hay que decirles: ¡No!, ¡Alto!, ¡Basta!

Recordemos parte de esa historia con el testimonio de José Peralta, su compañero de ideales y afanes transformadores de nuestra patria, en este link:

La llegada del ferrocarril trasandino a Quito.