Por: Náhuel Mendoza K. / Ingeniero en Administración de Empresas
Este 24 de mayo, el primer Mandatario de Ecuador, Guillermo Lasso cumple un año al frente de la administración de la Función Ejecutiva, tiempo suficiente para hacer evaluaciones sobre su gestión, sobre todo si consideramos que el banquero lleva más de 10 años buscando la Presidencia de la República.
Quisiera dar datos cuantitativos de las obras que ha hecho el jefe de Estado, pero la única de relevancia -y cuyo despliegue mediático oficial la ha vuelto trillada- es la de la vacunación. Si, hay que reconocerlo, el proceso de inoculación emprendido como la bandera insignia desde el día uno de mandato, se ha cumplido.
Según datos del Ministerio de Salud Pública, hasta el jueves 10 de febrero de 2022, en el país, 13,4 millones de personas recibieron su esquema completo de inmunización contra el COVID-19; lo que representa el 83,36% de los 16 millones de habitantes desde 5 años en edad de vacunarse.
Sin embargo, el dato se vuelve irrelevante cuando los ecuatorianos nos enfrentamos a una nueva pandemia: la violencia.
En este pequeño país suramericano, todos los días nos despertamos con una noticia más escandalosa que la otra. Hechos sangrientos vinculados con sicariato, guerra de mafias y carteles, coches bomba, centenares de personas asesinadas en las cárceles, se ha vuelto parte de la “nueva normalidad”.
Hay datos que son relevantes y sin perspectiva de mejorar.
Durante el gobierno de Lasso, 380 personas privadas de la libertad han sido asesinadas dentro de las cárceles; 1.241 muertes violentas se han registrado hasta el 25 de abril 2022 (llegando así al 90% del número total del 2021, durante el gobierno de Lasso).
Cifras que dan cuenta no solo del nivel de violencia que se palpa en las calles del país, sino que explican el pesimismo, el estado de ánimo con el que tienen que lidiar los ecuatorianos.
Según una encuesta realizada por Click Report, el 48.03% de los ciudadanos consultados piensa que la situación general del Ecuador en los próximos seis meses no solo que no mejorará, sino que será peor.
¿Quieren más datos?
Hablemos sobre el elevado nivel de desempleo: tan solo 3 de cada 10 ecuatorianos tienen empleo adecuado.
Los precios de los alimentos han registrado un alza, los productos agrícolas, por ejemplo, son 20% más caros con respecto al 2021. Ni que hablar del aceite, leche, pan, que son productos de primera necesidad.
El precio de los combustibles (gasolina super), que tiene una variación hacia el alza (promedio actual de $ 1,49 con respecto en el valor de hace un año), así como el congelamiento de la extra, que se fijó en un valor de $2,55, cuando en el año 2018 tenía un precio de $1,85 por galón.
El escenario no es ni de lejos el óptimo. El presidente conservador que prometió cambios ha fallado, no los ha cumplido, nos ha engañado.
Guillermo Lasso quien -durante la campaña- nos vendió la idea de que sabía cómo hacerlo, que su experiencia como empresario lo hacía conocedor de “la fórmula” para crear empleo, para hacer que Ecuador se encamine por la senda productiva, hacia el desarrollo; ese poderoso banquero, que nos dijo que, así como sacó adelante a una de las entidades bancarias, lo iba a hacer con el país, ha fracasado.
¿Ya entendió acaso que no es lo mismo manejar un banco que un país soberano? Su capricho, su manía, la obsesión de llegar a Carondelet nos está costando caro.
El peso de las decisiones del presidente- banquero tildadas por el Fondo Monetario Internacional se asienta sobre los sectores populares, deteriorando seriamente las condiciones de vida de la población.
Así se cumple un primer y amargo aniversario de gobierno del presidente Lasso, cuya gestión arrancó con el 72% de credibilidad (mayo de 2021), y desciende rápidamente al 21% (abril 2022), según la encuestadora Perfiles de Opinión; es decir, una caída estrepitosa de 51 puntos.
¿Que se viene? Nada alentador. No existe una perspectiva de que las cosas vayan a cambiar, no existe una luz al final del túnel, solo un lugar sombrío y espeso que se cruza por nuestro camino.
Las calles se calientan, las ollas están vacías, las pistolas mandan y las voces que exigen una revocatoria de mandato se multiplican.