En el teatro de lo inesperado, donde las luces suelen apagarse sin previo aviso, nos encontramos despidiendo a un titán visionario, a un mago que dibujó y pintó con el alma, a Akira Toriyama. En este rincón del cosmos, donde los sueños se entrelazan con la realidad y las estrellas parecen trazadas con tinta en páginas de manga, hacemos una pausa, un suspiro colectivo, un adiós que resuena en las esquinas de nuestras almas aún infantiles.
Desde las primeras luces del alba hasta el crepúsculo de las estrellas, Toriyama, el maestro de la fantasía, el arquitecto de universos paralelos donde la esperanza y el valor cobran la forma de esferas mágicas, tejía historias que eran más que meras narraciones; eran puentes entre mundos, entre la infancia y la eternidad.
Recuerdo las tardes de mi niñez, con los ojos pegados a la pantalla, viviendo y respirando cada aventura de Goku, o instruyendo a Chrono a través de sus aventuras navegando por el tiempo, aprendiendo junto a ellos el valor de la amistad, la resiliencia y, sí, el poder de una buena Henki-Dama.
Desde los rincones más remotos de la memoria colectiva, emergen figuras icónicas, héroes y villanos que definieron la infancia de muchos. “Dragon Ball”, más que un simple anime o manga, se convirtió en una epopeya, en un viaje de constante superación. Goku, Vegeta, Gohan, Piccoro y compañía no eran meros dibujos; eran amigos y rivales, eran parte de la familia, enseñándonos que, pese a las disfuncionalidades que se puedan tener en la semiósfera, no hay límite para el crecimiento personal y que el verdadero poder reside en el espíritu.
Y no nos quedemos solo en las páginas de “Dragon Ball”, porque el genio de Toriyama se expandió por el vasto universo del entretenimiento. Su imaginación fue la chispa que encendió la saga de “Dragon Quest”, donde cada monstruo, cada héroe llevaba impreso su sello distintivo. “Chrono Trigger”, ese viaje a través del tiempo en un videojuego, llevó su arte a dimensiones donde el reloj se convierte en el mejor aliado y el peor enemigo, en una danza sin fin de posibilidades y mundos.
La noticia de su partida nos llega como un eco de un mundo que, aunque imaginario, se siente dolorosamente real. Toriyama se nos va, pero deja tras de sí un firmamento entero de héroes, dioses y dragones que continuarán inspirando a aquellos que sueñan en grande. Figuras de la industria como Toyotaro, su discípulo, y Masakazu Katsura, amigo y colega, han expresado su dolor y admiración, recordándonos que detrás del mito había un hombre, un amigo, cuya humildad y genialidad caminaban de la mano.
Y sí, hablemos de gratitud, porque insisto, hoy, más que nunca, debemos recordar que Toriyama no solo nos dio historias; nos dio un pedazo de su alma. Nos enseñó que la valentía viene en todas las formas y tamaños, que la amistad es un lazo más fuerte que cualquier Kamehameha y que el final de una saga no es más que el comienzo de innumerables historias que continuarán en los corazones de quienes las vivieron.
Akira Toriyama, allí donde estés, espero que sientas la vibración de nuestros corazones encantados agradecidos, brillando por el polvo de esperanza y magia a través de las galaxias y universos que creaste con tus manos. Nos enseñaste a soñar, a luchar y a creer en la magia de un mundo donde todo es posible. Nos diste un metaverso donde cada uno de nosotros pudo ser el héroe de su propia historia.
Hoy, al mirar atrás, veo más que recuerdos; veo los cimientos de mi pasión por las historias, por el arte de contarlas y vivirlas. Gracias, Maestro, por esculpir en nosotros el deseo de superar todos los límites, de luchar contra nuestros propios “Cells” y “Freezers”, y de buscar siempre nuestras propias Esferas del Dragón.
Así que, mientras el mundo se despide de un gigante, yo elijo decir “gracias”. Gracias, Akira, por cada risa, cada lágrima, por cada levantamiento de brazos para entregarte energía y cada momento de asombro. Gracias por enseñarnos que, en el corazón de cada batalla, lo que realmente importa es el coraje, la amistad y el espíritu incansable de superación.
Así que hoy, con una copa levantada, brindemos por ti, maestro. Por las aventuras, por las risas, por las lágrimas, y sí, incluso por las lecciones aprendidas a golpes y transformaciones. Gracias por pintar nuestra infancia con los colores de tu imaginación y por dejarnos un legado que, como las Esferas del Dragón, nos seguirá reuniendo en busca de nuevos horizontes.
Aquí nos quedamos, con un “hasta siempre” que no es más que un “hasta la próxima aventura”, porque sabemos que, en cada rincón de tu universo, en cada línea de tus dibujos, seguirás vivo, inspirando a las futuras generaciones a soñar en grande. Tu legado es eterno, y tu arte seguirá encendiendo la chispa de la imaginación en las almas de las futuras generaciones. Nos dejas un mundo más rico, más vibrante, más heroico. Y por eso, y por tanto más, siempre te estaremos agradecidos.
Gracias, Toriyama, por todo.