Soy gazatí |Opinión

Por: Alexis Ponce

Soy habitante simbólico de Gaza, soy voluntariamente gazatí… y no puedo aceptar que un lugar común tan cercano, el «Feliz Navidad», se exprese mecánicamente si se calla el genocidio palestino de miles de niños: ¿5, 7, 9 mil? asesinados por tres Herodes de nuestro tiempo: los gobiernos de Israel, EEUU y la UE.

Recuerdo que hace varias décadas, cuando hubo otro consuetudinario ataque salvaje de Israel a los palestinos, organicé un evento en Quito al cual invité como expositores a varios ecuatorianos públicos, entre ellos a un periodista muy conocido, al que pedí fuese el moderador y que no contestó la invitación ni asistió tampoco, lo cual -en aquel inicio del siglo 21- me sorprendió.

A la vuelta de todo este tiempo, ni el silencio de tantos periodistas ante tal genocidio ni su local apuesta ultra-«libertaria» del Orden casero, me asombra. Tampoco el silencio de los que saben de lo que hablo cuando señalo al «poderoso lobbie israelí en el Ecuador». No es por nada que dicho lobbie lo conformen empresas privadas poderosas, destacadas familias locales, ministros y ex-ministros, recuerdo uno encabezando la educación del país, y no pocos periodistas.

El portavoz mundial de UNICEF, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, James Elder, en el vídeo adjunto, expone su enfado y su impotencia por la pasividad y la indiferencia del mundo ante el genocidio cometido contra cientos de miles de niños y niñas en Gaza, una de las ciudades del planeta con mayor hacinamiento infantil mundial, ahora devastada por el ejército israelí hasta sus cimientos para «convertirla en paradero inmobiliario», como ha publicitado el marketing de las empresas privadas de la industria sionista.

El portavoz internacional de UNICEF ha visto el horror de cerca, lo está relatando pero no hay reacción de un planeta catatónico. En tres ocasiones, la mayoría de países del planeta reunidos en la ONU han votado pidiendo un humanitario alto al fuego y tres veces se ha impuesto el veto de un solo país: EEUU, cuyos altos funcionarios cínicamente manifiestan que «no tienen constancia de masacres de niños en Gaza ni de un genocidio contra los palestinos». Cuando son ellos, o la racista casta de Israel, quienes lo cometen, no hay genocidio.

Se ha probado que el mundo -¿y usted?- puede seguir anestesiado e impasible ante la tragedia de cientos de miles de niños gazatíes, casi un millón, llenos de pánico, miles de ellos operados sin anestesia, porque el bloqueo militar israelí a los hospitales impide la provisión, ya no sólo de medicamentos, sueros y equipos, sino de anestesia para disminuir el dolor humano en una cirugía emergente, de miles de esos niños amputados sus extremidades superiores o inferiores, y que luego son asesinados por aviones militares que lanzan bombas de fósforo blanco para que los cuerpos no dejen de quemar hasta calcinarse, bajo la destrucción de decenas de hospitales y ambulancias internacionales, con médicos ultimados y tiroteados por francotiradores israelíes que rodean, al igual que decenas de tanques de guerra, los pocos hospitales que seguían en pie y cumplen la orden de matar a los galenos para que no se atienda a miles de infantes y de mujeres heridas, a las que se sigue aniquilándolas para que no haya mayoría demográfica de población palestina que supere la de Israel, la única potencia con capacidad nuclear en el Medio Oriente, cuyos portavoces, afiebrados y brutales como los nazis lo fueron con los judíos en Europa, no han tenido empacho en señalar de forma pública que deberían atacar Gaza con bombas nucleares para que el asunto termine.

Esa ciudad tenía 2 millones quinientos mil habitantes: 1 millón y medio han sido expulsados en cosa de días, obligados al éxodo inmediato para no morir, a abandonar sus viviendas y todo lo suyo y a salir de Gaza con la ropa puesta, sin alimentos, medicina ni agua, que es como sobrevive el millón de palestinos que decidieron seguir en Gaza -¡es su tierra, su patria, su nación, su ciudad!- o no pudieron huir, y cuyas madres han resuelto unir a los suyos en los restos humeantes de sus casas, para poder morir todos juntos, para esperar la muerte unidos.

Soy gazatí. No te atrevas a desearme feliz navidad si sigues guardando silencio ante este genocidio de niños, mujeres y de todo un pueblo… soy gazatí, y el niño de padres pobres que iba a nacer en un pesebre palestino, morirá asesinado por las bombas de una casta racial y militar llamada Israel, protegida no sólo por EEUU sino por el gobierno del Ecuador, cuyo gabinete actual tiene varias ministras y ministros, altos funcionarios en puestos clave, que hacen parte del lobbie israelí en este país, poderoso lobbie al que nunca se referirán las y los «periodistas» y medios hegemónicos de mi país.

Soy gazatí, y el indignado dolor del portavoz mundial de UNICEF, es mío.

Las opiniones expuestas en este espacio son de exclusiva responsabilidad de sus autores

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