Soy feminista y “yo perreo sola…”
Tik Tok ha posicionado Despechá, de Rosalía, como la nueva canción del verano. Se trata de un ritmo latino, sabrosón, pegajoso que me ha puesto a bailar. No tengo idea de qué son las “motomamis”, especulo que son ese grupo de amigas sororas que nos contienen cuando estamos despechadas. Me emociona que la música de mujeres supere esas ideas de que solo un otro masculino es capaz de curar un corazón roto; frente a esto, “La Rosalía” le canta a la energía femenina y a su poder sanador.
No solo disfruto de Rosalía, también coreo la música de Karol G, Anitta o el más polémico de todos: Bad Bunny. ¿Por qué? Porque en sus canciones rescato la autonomía de las mujeres. Es la posibilidad de resignificar el cuerpo, históricamente hipersexualizado desde la mirada de los hombres; ahora son ellas las que se muestran insinuantes, seguras y sin culpa de hablar sobre sus deseos sexuales. Es alentador escucharle a Anitta cantar: “tengo pa’ti la combi completa, que no duro mucho soltera, aprovéchame…”. Le cantan al mundo que no necesitamos ser escogidas, nosotras podemos elegir con quien estar. Y, no, no somos “malas” por ello.
A mí no me molesta que se muestren agresivas, fuertes, gritonas, sexuales; todo lo contrario, me invita a pensar en todas esas veces que nos han obligado, como única forma de existir, al silencio, ternura, dulzura, simpatía. No porque no me guste la delicadeza y sutileza, sino porque se presentan como “modelos correctos”, negando la diversidad de emociones a las mujeres. Sin duda, estos estereotipos interfieren en nuestro desarrollo personal. El reguetón femenino le recuerda al mundo que las mujeres también cuestionamos, peleamos, perreamos, follamos y mucho más.
Aunque las pastillas anticonceptivas separaron la sexualidad de la procreación y el placer, todavía persiste esta idea de que las mujeres que disfrutan de su erotismo son unas “zorras”.
Sí, el sexo también nos lo han arrebatado, pero Becky G no está dispuesta a cederlo al cantar: “donde quieras te como, pa’ escaparnos tú dime cómo…”. Nuestro goce ha estado a merced de los hombres, cuando pedimos algo distinto a la penetración, se inquietan y preguntan: ¿dónde lo aprendiste? Ojito con la respuesta porque se pueden sentir indignados; al parecer, el kilometraje sexual solo es un derecho masculino.
Y si las mujeres decidimos involucrar sexo y sentimientos, tampoco es que nos va mejor. Se da por hecho que debemos amar por sobre todas las cosas. Lo problemático es que nos enseñan a sufrir más de lo necesario, incluso enfermamos física y mentalmente, debido a que una relación no resulta; divorcios, rupturas, etc. No es exagerado asegurar que la pasión romántica configura una identidad machista de cómo llevar la feminidad y por eso estamos dispuestas a todo: sacrificios, dietas, sumisión, obediencia, etc. Aplaudo cuando cantan: “de lo tóxico que eres, se volvió perjudicial, no me vuelvas a buscar, lo que se va, se va…”.
Sigo alucinando la aparición de Mia Khalifa en el video clip Mami, porque las mujeres sabemos que estamos para apoyarnos las unas a las otras.
Creamos un mundo en el que todas tenemos lugar para ser poderosas y auténticas. Es esperanzador advertir que en las generaciones más jóvenes se desdibujan esos conceptos dañinos acerca de quiénes son las “vírgenes o putas”. Somos compañeras, sororas, bichotas. Con el permiso de aquellas que no disfrutan del reguetón tanto como yo.
Finalmente, y por si acaso, habrá quienes afirmen que las verdaderas feministas son las mujeres que trabajan en la NASA haciendo cálculos hipermegadifíciles y no mostrando las nalgas, mientras bailan reguetón. Permítame explicarle que esta afirmación solo es producto de un machismo interiorizado y asumido como sano y su razón da cuenta de insistir en el absurdo de que existen las “buenas o malas”, negándonos ser, estar y brillar donde nos da la gana.
“Tranqui, yo perreo sola…”
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