Esta semana al fin culminó uno de los culebrones del año. Otto Sonnenholzner decidió bajarse de la carrera presidencial. Lo anunció a través de un meloso comunicado en el que advertía que su decisión buscaba no dispersar aún más el voto de la derecha.
Desde el pasado 7 de julio, cuando dimitió a la Vicepresidencia, Sonnenzolzner emprendió una serie de conversaciones con varios partidos políticos. La intención era encontrar un lugar que lo cobije para las elecciones. Se sentó con Jaime Nebot, con Álvaro Noboa, con Guillermo Lasso, con gente de SUMA, entre otros. Las versiones extraoficiales revelan que Sonnenholzner se presentaba a las negociaciones con un halo mesiánico, como si el futuro del país dependía de que lo aceptaran sin condiciones en un binomio.
Las negociaciones no prosperaron, menos con uno: Guillermo Lasso. Y es que Otto estuvo cerca de “fichar” con el Partido Social Cristiano, pero las “garantías” que le pedían eran muy altas. Así, con la salida del exvicepresidente, resulta beneficiado el banquero que ve así revitalizar una campaña que estaba al borde del abismo. Ya quedará para otro análisis cómo tomarán Nebot y sus acólitos el desplante del fotogénico Sonnenholzner.
Otto, entonces, terminará el 2020 renunciando a la Vicepresidencia y a la candidatura presidencial. Deja con esta última decisión un duelo mediático que ha provocado llanto y alaridos en las redacciones de medios privados y públicos. El “Golden boy” era la esperanza de dueños de canales de televisión y “periodistas a la carta” que lo veían como ese joven “estadista” que reformularía la política ecuatoriana. ¿Cuán cierto es esto? Vamos por partes.
Sonnenholzner estuvo poco más de 18 meses en la Vicepresidencia
Llegó con la intención de refrescar un gabinete en el que se idolatra la trinca y que es liderado por un holograma. Su rostro mozo alivió la terrible imagen del Gobierno, pero más allá de eso hizo poco.
Otto tenía influencia en el Gobierno, pero nunca alzó la voz para decir un pero sobre el brutal ajuste del Estado que emprendió Richard Martínez. Al contrario, con sus fotos y viendo hacia otro lado, simplemente consintió que se afectaran los servicios básicos. Jamás criticó que en plena pandemia se hayan desembolsado más de USD 1.300 millones para pagar a bonistas y “travesuras” del Ministro de Finanzas en mercados internacionales.
También fue la cara visible durante la represión de octubre de 2019. Con su silencio avaló el accionar de María Paula Romo y Oswaldo Jarrín.
Pero quizás la peor imagen de Sonnenholzner se vio durante el pico de la pandemia. El uso de una tragedia para posicionarse políticamente es una de las situaciones más deleznables que se ha visto en este país, y vaya que hay cosas de las que tenemos que avergonzarnos por acá en la mitad del mundo.
Recorrió decenas de hospitales para las fotos, en ninguno pudo detectar que se delinquía con las medicinas, con las mascarillas, con las bolsas de cadáveres. En ninguna de sus visitas se enteró que los hospitales estaban administrados por asambleístas o familias políticas. Mintió descaradamente cuando se unió a esa perversa estrategia de afirmar que todo lo que pasaba en Ecuador entre marzo y abril eran “fake news”. La responsabilidad política de Sonnenholzner durante la pandemia (he de recordar que aún hay casos de cuerpos desaparecidos en Guayaquil) tarde o temprano deberá juzgarse, sea cual sea la vía.
Así vemos que de estadista tiene poco
Queda claro que su discurso de “honestidad” se derrumba al recordar su silencio durante el saqueo ocurrido en la pandemia. Ante Tania Tinoco dijo que desde el año pasado “ya sospechaba algo”. ¡Cuán ágil resultó el ‘pibe’, eh!
Pero lo peor que deja Sonnenholzner para la historia es defraudar a los jóvenes. Por más que se quiera posicionar que él puede renovar la política, lo cierto es que es un Mauricio Rodas repotenciado. Un “joven” que se aprovechó del dolor para hacer politiquería; es un “joven” que con su silencio permitió que se destruya el Estado; un “joven” que asintió ante la muerte de ecuatorianos en las calles; un “joven” que renovará su colusión con los medios de comunicación para mantener viva su imagen por los próximos 4 años.
Otto Sonnenholzner no renueva la política, sencillamente es alguien que repite las mismas prácticas funestas que todos detestamos. Es un “viejo político” de la leva de 1983.