Quito, 26 jul (La Calle).- La Catedral de Santa Sofía es una de las construcciones arquitectónicas más longevas de Eurasia. El templo tiene 1.500 años de existencia y su valor cultural traspasa las fronteras de Turquía. Primero fue una basílica, después se transformó en una mezquita. En 1935 se reinaguró como un museo.
El pasado 10 de julio, un tribunal turco autorizó que el monumento sea nuevamente un templo musulmán. Miles de musulmanes participaron el pasado 24 de julio en el viernes de oración, una tradición islámica.
La decisión fue duramente criticada por Grecia pero ¿qué tiene de fascinante esta pieza de arquitectura? y ¿por qué su conversión afecta su legado ya milenario?
Joya del Imperio Bizantino
La Santa Sofía actual es la tercera construcción. Las dos anteriores terminaron destruidas por incendios en 404 y 532. Justiniano I ordenó su reconstrucción ese mismo año, misma que duró cinco años (un tiempo récord para la época). Ubicada en Constantinopla, corazón del imperio Bizantino. Era la sede del cristianismo ortodoxo (religión que aún se practica en Rusia, Grecia, Chipre, Ucrania, entre otros países del Cáucaso). Las coronaciones de los emperadores se realizaban en su interior.
Su nombre no viene de una santa llamada Sofía. “Sofía” significa sabiduría en griego. De modo que simboliza “Santa Sabiduría”, una forma de describir la existencia de Dios. Durante 900 años se mantuvo como basílica y su enorme domo no fue replicado hasta la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma.
Entró el Islam
Todo cambió en 1453, fecha en la que cayó el Imperio Bizantino en manos de los otomanos, quienes bajo el mando del sultán Mehmed II rebautizó la ciudad como Estambul. Una fecha negra para los griegos.
A partir de ese momento, Santa Sofía se transformó en mezquita. Se añadieron a su construcción, arquitectura de los templos islámicos. El imperio Otomano también cayó en 1918. De las cenizas nació la Turquía moderna. Su primer presidente convirtió al monumento en un museo en un intento por destacar el legado de las civilizaciones bizantina y otomana. Una medida moderna y secular.
Desde 1935, Santa Sofía es una de las atracciones turísticas más importantes de Turquía. Sirvió de locación cinematográfica en 22 ocasiones, entre las que cuenta dos películas de James Bond.
Extremismo musulmán
85 años después, grupos radicales de musulmanes piden que vuelva a ser mezquita, argumentando que su condición de museo acaba con la soberanía de Turquía. No son los únicos, el presidente Recep Erdogan es uno de los adeptos a esta conversión, que por un fallo de la Corte ahora es una realidad.
Fragmentación Cultural
La Iglesia Ortodoxa Oriental mantiene su base en Estambul. Su líder, Bartolomeo I alertó de este cambio y la “desilusión que causaría a millones de cristianos”.
“Su estatus de museo permite que se desplieguen las obras bizantinas y las otomanas lado a lado. No es como si unas u otras hayan sido borradas. Coexisten pacíficamente. Cambiar eso crearía algo completamente diferente”, sostiene el profesor Dionysios Stathakopoulos del King’s College de Londres.
El cambio deteoraría más las relaciones entre Grecia y Turquía, cuyas tensiones están altas por las perforaciones de gas natural en el Mediterráneo, la crisis de refugiados y los conflictos fronterizos. Ese deterioro pasaría factura a los miembros de la OTAN y la relación con potencias occidentales,
Santa Sofía es más que una joya de la arquitectura medieval, es el testimonio vivo de dos culturas que aún existen en la actualidad. Su condición de museo es la enseñanza de tradiciones históricas culturales para la humanidad que ahora se ven amenazadas. Situación que para el canciller turco, Mevlut Cavusoglu solo es decisión de Turquía.
“Lo que hacemos en nuestro país y con nuestra propiedad es cosa nuestra”, indicó a la prensa de su país.