Quito, 10 de ene, (La Calle).-No es justo que se publiquen pesadillas en formato de bolsillo. Rodión (editorial Manticora 2021) es la última o la primera quizás, en ser concebida en el Ecuador.
Su autor es un tipo de “mal dormir” como Adriano Valarezo, que conocemos por Sombrilla Lunar, más recientemente por Te Quito y por Raspacara y otros matapiojos.
Valarezo sabe abrir la puerta condenada con todos los riesgos que ello implica. Es como un guía de montaña o un espeleólogo conduciéndonos a la cámara más distante del corazón humano.
Para el lector, la aventura significa muchos riesgos, el primero es no soportar la jornada, pues se trata de una prueba de resistencia en una bóveda inundada. El lugar despide agua sulfurosa, por lo que bien, podríamos chamuscarnos y allí dejarlo todo.
No se trata solo de ir al infierno en una limosina, parafraseando a Bukovsky.
Rodión es también una invitación a un “no viaje”. Es un espejo que nos devuelve una imagen perdida.
Somos el mal olor de la nada y en tal virtud, lo mejor sería desaparecer, sin embargo y esa es la gran encrucijada de esta poesía, aquí estamos, al parecer solo Rodión quiere decir algo pero no tiene labios.