Roberto Follari: «La de Boric es la izquierda que le gusta la derecha»

Por: María Isabel Burbano/ @rizossalvajes

Quito, 16 sept (La Calle).- Roberto Follari, doctor en Psicología y profesor titular de Epistemología de las Ciencias Sociales en la Universidad de Cuyo en Argentina, dialogó con Radio La Calle sobre los retos de los gobiernos progresistas en América Latina, el surgimiento de las nuevas derechas y la figura de Allende en la actualidad a 50 años del golpe de Estado en Chile.

A 50 años del golpe en Chile ¿cómo pensar en lo que representa la figura de Salvador Allende para los nuevos gobiernos en América Latina?

Creo que él es una figura respetada, recordada, pero quizá no del todo presente en las actuales circunstancias políticas latinoamericanas porque la idea de un socialismo como expropiación de los medios de producción ya no está presente en el horizonte histórico como antes de la caída del muro, de modo que él es una especie de faro de valores, de la lucha, de las mejoras para los sectores populares, pero quizá no tanto frente al modelo de país posible porque han aparecido posiciones como las que hay en Bolivia, la que hubo en argentina con Cristina Kirchner o la primera época de Chávez en Venezuela. Eran formas de redistribución, mejoras sociales sin la posibilidad de una fuerte expropiación como se pensaba en tiempos de Salvador Allende.

¿Cómo hemos avanzado de pensar al socialismo de esa forma tan fuerte a diferencia de los cambios que hubo en América Latina? ¿Todavía buscamos, como decía Allende, las grandes alamedas por donde pasa el hombre libre? ¿Buscamos la igualdad y la justicia en un continente tan desigual como el nuestro?

Claro que lo seguimos buscando y con dificultades, problemas, sectores en el poder que son muy astutos y han inventado lo que se llama el lawfare, la unión del poder judicial con acciones mediáticas contra los líderes populares. Lo sufrió Lula en la cárcel, lo sufren diversos líderes en distintas partes de América Latina. También la aparición de las nuevas derechas, neofacistas, extremas como la de Mieli en Argentina que se ha alzado con posibilidades de llegar a la presidencia, como llegó Bolsonaro en Brasil; Trump en Estados Unidos; Meloni en Italia. Ya hay muchos casos, que son formas antipopulares del ejercicio político por un lado y la economía que se vuelve privativa y muy clasista con beneficio para los de arriba.

Así que las luchas siguen muy presentes en ese sentido. La figura de Allende es la de una persona que murió por sus ideas con nobleza y, sin duda, buscaremos modelos. Los que hubo en la primera época de este siglo fueron los mejores que hubo a nivel planetario como producción de sociedades más justas y menos desiguales. Sí hay que revisar esos modelos y readaptarlos porque hay nuevas circunstancias históricas que impiden la reaparición de estos modelos como el lawfare y las nuevas derechas que han erosionado los procesos populares que ha habido en nuestro continente.

Después del golpe en Chile, ese país y gran parte de Latinaomérica viven bajo gobiernos militares en dictaduras ¿Cómo eso afecta, de alguna forma, a las sociedades latianomericanas? ¿Ha dejado heridas que todavía están presentes?

Sí, seguramente. En el caso argentino, los casos de secuestro y desapariciones han dejado una huella enorme, pero sí, por los juicios a los militares implicados que todavía están haciéndose y que han sido ejemplares a nivel mundial. Se ha logrado que las Fuerzas Armadas cumplan un rol institucional, habiendo dejado de influir en el poder político.

Eso no ha ocurrido en Brasil, donde las Fuerzas Armadas estuvieron muy cerca de Bolsonaro y tutelando los procesos políticos. En Chile se han retirado de forma muy lenta y han impedido que haya sistemático juzgamiento de los crímenes que se cometieron por la dictadura de Pinochet. De modo que han quedado las cicatrices culturales, familiares, el dolor de las víctimas. Por otro, un grado de temor en la población y un empoderamiento de las fuerzas militares que no ha desaparecido del todo como debió suceder para el equilibrio de poderes.

¿Hasta qué punto los gobiernos actuales pueden presionar para encontrar esta justicia, en algunos casos, mucho más simbólica? Al saber que algunos militares ya fallecieron, incluso

En la Argentina los juicios continúan, en Chile ha habido pocos, muy por debajo de lo que se requiere. En cuanto a la búsqueda de memoria histórica, cuando los gobiernos son de derecha se trata solamente de hacer una especie de cuestión folklórica y puramente aparente para salvar las formas, pero no tomar en serio esa memoria, desde el punto de vista ideológico. Hablar de quiénes fueron los perseguidores, quiénes los perseguidos.

E incluso en el kirchnerismo cuando llevaron a militares a juicio y recuperaron lugares para la memoria, un poco inevitable al oficializarse esa memoria, quedaron las personas asesinadas como puras victimas y se ha borrado su espacio como militantes, su lucha ideológica. Esos lugares los visitan hasta funcionarios de EE.UU., un país corresponsable de estas dictaduras. Van y visitan estos sitios con cara de compunción y hasta derraman una lágrima en una tumba. Lo pueden hacer a nivel humano de manera sincera, pero desde lo ideológico eso implica que se ha vaciado el significado político de quienes eran los muertos. No eran gente atacada por una banda de locos, sino que fueron matanzas planificadas e intencionadas por modos de acción antisubersiva aprendidos principalmente en los EE.UU.

Estas políticas de la memoria se deben ejercer, pero hay que trabajar contra esta neutralización que hace que estos lugares de la memoria, a veces, se conviertan en sitios turísticos.

¿Cuál es la influencia de Estados Unidos en la actualidad con los países de América Latina? ¿Hasta qué punto pesa en las políticas de América Latina?

Pesa bastante. Dejó de pesar un tiempo al momento del surgimiento de los gobiernos en América Latina de Chávez, Lula, Correa, Evo, los Kirchner en Argentina. Fue un momento muy arrollador de aparecimiento de gobiernos progresistas, que en un momento dado en la ciudad de Mar del Plata nos visitó Bush para imponer el ALCA, un proyecto de libre comercio a favor de las empresas estadounidenses y se encontró con que estaban allí Chávez, Lula, Evo e incluso Fidel Castro. Fue terrible para Bush aquella situación y el ALCA desapareció y no se impuso nunca.

Ese momento, EE.UU. fue sorprendido por la aparición de sectores que habían sido revolucionarios que eran capaces de imponerse electoralmente en el espacio democrático y hacer programas avanzados de mayor justicia social y ensanchamiento del acceso a derechos.

Siguen teniendo influencia, pero ahora compiten con China que no interviene en lo político, pero si en lo económico. Ha intervenido en gran parte de África y Latinoamérica. EE.UU. intenta evitarlo, pero los créditos chinos son más cómodas para nuestros países.

¿Cómo mirar a los actores del nuevo progresismo y a las nuevas derechas que surgen en América Latina?

Las derechas están más a la ofensiva y el progresismo tiene una dificultad mayor por la aparición de estas nuevas derechas. No tienen unidad entre sí, más heterogéneos. En el gobierno de Boric en Chile, su política internacional se ha alineado con EE.UU. Es sorprendente, la de Boric es la izquierda que le gusta la derecha. Es lamentablemente alguien que ha acusado a Venezuela, que hay aspectos discutibles allí, pero no lo ha hecho con los gobiernos de derecha como el de Boluarte en Perú que desplazó de un modo bastante discutible a Castillo y que reprimió las manifestaciones dejando 40 muertos. Parece que eso no le importa mucho a Boric. Hay unas izquierdas muy débiles como la de Chile. Hay otras que no pudieron sostenerse.

La condición actual es bastante más frágil. El gobierno progresista de Fernández en la Argentina que ha tenido problemas con sequías, guerras, huelgas más los condicionamientos del Fondo Monetario y que no llega a buen término. Se abre paso a la posibilidad de entrada de la derecha. Los modelos actuales muestran una paradoja. Hay muchos gobiernos progresistas y poca fuerza de ese progresismo.

La Constitución chilena que se está imponiendo es prácticamente igual o peor que la de Pinochet porque ha obtenido poder la derecha y se crea como una especie de burla del proceso popular subersivo en las calles en 2019. Ahora resulta que en nombre de eso se hace una Constitución que es todo lo contrario. Estamos en un momento difícil para el progresismo. Hay que competir con los repertorios de las nuevas derechas, un modelo realizable con las limitaciones que tenemos. No es imposible, se ha avanzado en muchas cosas.

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