Por: Rafael Rubio Rubio
La historia tiene un don para la ironía. Y cuando la repite, lo hace con la gracia de un chiste que ya no debe repetirse. La bronca entre Rafael Correa y Leonidas Iza es solo la última escena de un drama ya visto: el de un líder externo que no quiere leer su propio momento histórico. Esta vez, la tragedia es más incisiva de lo que cree.
Si hay algo en lo que coinciden aliados y detractores es en lo urgente de una intervención: quítenle el teléfono, desconéctenle el WiFi, apáguenle el Twitter, tírenle el router a un volcán. No por él. No por su ego que es más grande que la Refinería del Pacífico. Sino por el bien del correísmo, por el bien del país y, ya que estamos en estas, por el bien de la polarización.
Es que, a estas alturas, el mayor enemigo de la Revolución Ciudadana no es la derecha, ni el empresariado, ni el imperialismo. Es el activismo digital de Rafael Correa y su recurrente confrontación. Su dedo dispara más tuits por hora (sobre todo en la madrugada) que pirotécnicos en fin de año. Y si la política es un juego de ajedrez, Correa juega como un niño con una pistola de agua en carnaval.
El «nulo ideológico» y el déjà vu del error por la desesperación
Todo comenzó cuando Leonidas Iza, con un pragmatismo que sorprende a propios y extraños, dejó claro que el «nulo ideológico» no es la vía en estas elecciones. Y aquí es cuando el expresidente activó el «modo Correa»: contestar todo, en todo momento, sin calcular números para la segunda da vuelta que se aproxima.
Su respuesta fue inmediata, con el clásico tono de profesor regañón: «El nulo ideológico llevó a la presidencia a Guillermo Lasso y hay que aprender de la historia». Y claro, en su versión de la historia, parecía un chiste pero, no causó ninguna gracia.
Resulta que no ve que el Ecuador del 2025 no es el del 2021, y mucho menos el del 2015. Pachakutik no es el tonto útil para nadie. Esta vez, el líder indígena no solo dejó clara su distancia con Correa, sino que le recordó lo que ya no es el centro de todo.
«Estamos en 2025, no en 2015», le dijo. Y la frase cayó como un ladrillo en la cara del expresidente. Lo que realmente le molesta a Correa no es que Iza critique su política, sino que lo haga desde un lugar de autonomía que él ya no puede controlar.
De la necedad al autosabotaje
Cuando Nietzsche hablaba del «eterno retorno», no pensaba en Rafael Correa, pero bien podría haberlo hecho. Su carrera política es un bucle infinito de éxitos que él mismo destruye con su incapacidad de callarse.
Podría haber ignorado el comentario. Podría haber optado por el silencio estratégico. Pero Correa no conoce la palabra prudencia. Redobló la apuesta y citó a Silvio Rodríguez: «Será que la necedad parió conmigo…».
Sí, Rafael. Será que la necedad es tu talón de aquiles. Será que tu externalidad no te deja ver que, a estas alturas, cada tuit es una bala contra tu propio movimiento. Será que no entiendes que la gente no vota por quien tiene la última palabra en Twitter, sino por quien puede construir alianzas reales.
Correa no quiere aceptar que su legado no se construye con debates de 280 caracteres. Que un líder fuerte no es el que grita más alto, sino el que sabe cuándo guardar silencio.
La historia no perdona a los que no aprenden
Jean-Paul Sartre hablaba de la «mala fe», esa actitud de quienes se engañan a sí mismos para no enfrentar la realidad. Correa es el caso perfecto. Sigue creyendo que su única tarea es «desmentir infamias», cuando en realidad su verdadero desafío es reconstruir puentes que él mismo ha quemado.
La pregunta aquí no es si Correa tiene razón o no en su debate con Iza. La pregunta es: ¿por qué se pelea con su propio electorado cuando necesita votos para ganar la segunda vuelta?
La gente que sigue a la Revolución Ciudadana ya no pide explicaciones ni discursos. Pide estrategia. Pide dejar de cometer errores. Pide aciertos.
La Revolución Ciudadana merece más que broncas tuiteras
Si algo han dejado claro estas y las anteriores elecciones es que Correa ya no es el genio político de antes. Ahora, más que un líder estratégico, parece un boxeador que sigue lanzando golpes al aire mientras su equipo le grita que baje la guardia. Y lo peor es que ni siquiera parece darse cuenta de que está perdiendo más de lo que gana.
Los seguidores de la Revolución están frustrados y algo confundidos. Lo han pedido con seriedad, con ironía, con desesperación: «¡quitenle el teléfono!» Porque cada tuit es un punto menos en las encuestas. Porque cada pelea innecesaria es un favor al oponente.
Porque si algo es seguro en esta segunda vuelta es que Noboa no necesita hacer campaña cuando Correa se encarga de auto-sabotearse. Aunque Noboa hace lo mismo con cada insulto a quien no votó por él en primera vuelta.
Así que sí, alguien en la Revolución Ciudadana debería hacerle un favor a su propio movimiento y tomar medidas drásticas. No es censura, es supervivencia política.
Porque si siguen dejando que el expresidente juegue a perder, entonces que no se quejen cuando en abril tengan que empezar a preparar el comunicado de la derrota.