Por Omar Jaén Lynch / @kelme_boy
Periodista y docente universitario
Según la Enciclopedia de la Política, de Rodrigo Borja, se puede definir como chimbador al “candidato que participa en un proceso electoral no para ganar sino para impedir el triunfo de otro de su misma tendencia política”. El exmandatario y sempiterno líder de la Izquierda Democrática estima que hay tres razones para la aparición de un chimbador: corrupción, rencor o ingenuidad política.
Este texto es redactado a las 22:30 del sábado 7 de noviembre de 2020 y se centra en la noción de chimbador porque es el término que más he leído este día en redes sociales. ¿El motivo? Álvaro Noboa confirmó que se presentará como candidato presidencial en 2021. Lo cobijará el Movimiento Justicia Social (Lista 11), propiedad -literalmente- de Jimmy Salazar, pareja de Pamela Martínez. Sí, ella, la de los cuadernos del “Caso Sobornos”.
Más allá de quien lo esté adoptando -tendrá que explicar el acercamiento-, Noboa patea… qué digo patea, apalea el tablero electoral. El aterrizaje del empresario guayaquileño en la papeleta es una mala noticia para la mayoría de sus adversarios, indistintamente de su ideología.
El primer damnificado que se viene a la mente es el banquero Guillermo Lasso. Noboa da ese zarpazo que pocos se esperaban. Los que estamos en contacto con fuentes vinculadas al proceso electoral (candidatos, dirigentes, consultores y encuestadores) sabemos que la candidatura del líder de CREO está no solo estancada, sino a la baja. La alianza con el Partido Social Cristino aún no cuaja y eso se nota, sino que lo diga el ánimo con el que Jaime Nebot aplaudió el “ya qué chucha” y la “cervecita helada” de Lasso frente a los moradores del Suburbio de Guayaquil. Eso de alianza entre derechas e izquierdas en Ecuador sigue siendo una quimera.
Como lo esperaba, una vez que se conoció la decisión de Noboa de postularse apareció el ataque colérico de las huestes de CREO. Créanme, lo de chimbador fue lo más suave. Pero aquí toca tomar aire y analizar.
Guillermo Lasso presentó en 2011 su libro Carta a mis hijos, lo que representó el pistoletazo de su carrera electoral. Desde ese año no ha dejado de invertir en su imagen presidencial. Con dos derrotas a cuestas y con un movimiento que no termina de consolidarse, el banquero quiere llegar a Carondelet en 2021. Sin embargo, para lograr esto emprendió una “cacería” de competidores y todo aquel que se mantenga en su candidatura es acusado de “servil al correísmo”, “corrupto” y otras perlas.
Lo cierto es que Lasso va a cumplir 10 años como candidato. En esa década no ha llegado al electorado con su propuesta. Su palabra y planes no convencen al pueblo. Si Lasso después de tantos años y millones invertidos aún necesita que otros se den de baja para llegar a segunda vuelta, el problema es de él y no de otros. Así que, en esta ocasión, Noboa está absuelto.
¡Freno de mano! La incursión de Noboa no solo golpea a Lasso. También sacude a las candidaturas de Andrés Arauz y Yaku Pérez. Es un error pensar que el voto potencial de Noboa es solo de derecha, de la clase empresarial o bancaria. Quienes se podrían decantar por él también son esa clase media en extinción y las clases populares, justamente los bastiones del correísmo y de Pachakutik.
Nadie me quitará la idea de que Noboa llega -impulsado por quién, sería una buena pregunta- para evitar una segunda vuelta entre Arauz y Yaku, algo que se daría si hoy fueran las elecciones, según encuestas que circulan en sedes de partidos políticos.
Noboa también entierra las opciones de otras candidaturas como las de Isidro Romero, Guillermo Celi o Gustavo Larrea que algo querían aruñar.
“Alvarito” llega pateando al perro, pero ¿se lo puede considerar un chimbador cuando afecta a todos sus competidores, sin distinguir corriente política? Según lo que conceptualizó Rodrigo Borja, no, no lo es. Creo que debemos madurar y dejar de echar la culpa al otro y vernos a nosotros mismos. Es hora de que los candidatos se ganen los votos por sí solos, no mirando al rival o buscando darlo de baja.