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¿Propósitos de año nuevo? | Opinión

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Por: María Isabel Burbano / @rizossalvajes

Cada año es lo mismo. Confiamos en las cábalas, aunque el resto del tiempo digamos que no creemos en ellas y que solo los incautos soñadores son capaces de meterse doce uvas de golpe y porrazo o correr por la cuadra con una maleta para lograr ese viaje que tanto buscan. Secretamente llevamos bragas o calzoncillos amarillos, rojos, blancos o verdes para que el universo trabaje a nuestro favor. La noche del 31 ponemos nuestros esfuerzos en el azar esperando que se cumpla el resultado en los 365 días futuros.

Pero también nos forjamos propósitos. Bajar esos kilos demás que no permiten que podamos lucir el buzo que compramos cuando inició el año y nos prometimos ilusamente que tendríamos la figura perfecta. Aprender otro idioma, practicar algún deporte de alto riesgo, leer un libro al mes, tener más citas, ir al cine, unirse al ese club de andinismo del que un amigo siempre nos habla, conseguir un aumento de sueldo, tener un mejor trabajo… La lista puede ser infinita, tanto que cuando llegamos al final del año vemos que ni siquiera hemos cumplido con dormir las ocho horas recomendadas por los médicos.

Como ustedes yo también he hecho propósitos. Pensaba hacer una lista para el 2023, pero luego me detuve a pensar si no era engañarme a mí misma construyendo un futuro que además de estar lejos, es incierto. Recuerdo que cuando estaba en mi último año del colegio hice una lista de las cosas que hacer antes de los 30 años. La ubicación de esa hoja de papel es incierta, pero estoy segura de que, de las 10 cosas en la lista, he cumplido al menos tres (graduarme de periodista, tener mi primera experiencia laboral y seguir estudiando) y ahora que lo pienso las considero todo un logro porque el destino es tan incierto que hacer esa lista era más una ilusión que una promesa.

Comencé el 2022 con incertidumbre porque a pesar de que mi vida no era un caos, tenía sus claroscuros. Había algo que no encajaba y ahora entiendo que pasé todo el año averiguando que era. Si nos ponemos filosóficos, estaba buscando al ser, mi ser. Sentía que lo había perdido, que en algún momento soltó mi mano y yo no me di vuelta para llevarlo conmigo. Isabel se había perdido y solo Isabel podía volver a recuperarla. Entonces retrocedí muchos pasos. Tuve que pasar por caminos de grava, con piedrecillas clavándose en mis plantas, con la lluvia calándome los huesos. Hubo momentos donde el sol salía y me calentaba un poco, entonces sabía que, aunque algunas cosas causaran dolor iba a valer la pena, tenía que buscarme.

¿Y adivinen qué? Pude encontrarme. Por partes y tuve que armar las piezas. Cada vez que iban encajando me sentía más completa, más firme. Pude volver a sostenerme y hacer gala de mi amor propio. Descubrí que era una diva y que mi ser podía iluminar toda la ciudad. Me aferré a mi valía y he prometido no perderla de vista otra vez porque sé que me echará una mano cuando haya días malos en el 2023 y en los años venideros.

Eso no significa que mi búsqueda haya terminado. Siempre hay algo nuevo en el horizonte. Algo que espera por mí y por ustedes. Por ahora me he concentrado en vivir el presente y no perderme detalle, aunque no descuido del todo que hay un futuro misterioso esperando por ahí. Escribo esto mientras escucho Non, je ne regrette rien de Edith Piaf una y otra vez porque en efecto no me arrepiento de nada y tampoco volveré a hacer listas o propósitos a futuro. Navegaré mi bote con cuidado, pero con audacia y esperaré.

A los que llegaron al final solo puedo decirles que cada uno de nosotros atraviesa por situaciones, aventuras, caos, dolor, tranquilidad, pero como dicen los franceses C’est la vie. Todo nos lleva al juego de entendernos, de adentrarnos en el mundo y disfrutar del viaje a donde quiera que éste nos lleve.

Felices fiestas. Ya nos leeremos por ahí.