Quito, 02 feb (La Calle). – Así como los cinéfilos tienen las películas de culto, esas que deben verse al menos una vez en la vida porque representan lo mejor del séptimo arte, según la opinión colectiva, los lectores, al menos un grupo grande, saben que existen libros que, como el santo sudario, viven en nuestro imaginario.
Es el caso del Ulysses, que este 2 de febrero cumple 100 años de publicación. Esta novela es como el Holandés errante, todos hablan de él, pero nadie conoce a ciencia cierta de lo que trata porque, siendo honestos, el libro es un portento de más de 700 páginas que solo pocos valientes han terminado de leer. No obstante, eso no cambia su estatus de clásico en la historia de la literatura.
Mi primera experiencia con el Ulysses ocurrió, como muchos de los clásicos que no he terminado de leer, por accidente. No hay muchos escritores irlandeses y la mayoría de nosotros pensamos en duendes y Oscar Wilde cuando hablamos de Irlanda. Sin embargo, allí apareció Joyce como una opción nueva para explorar. Apareció también el Ulysses como su obra más magnífica.
La primera vez llegué a la página 20. Me hastié, lo confieso, por diversas razones. La principal es el sentimiento de que la novela no le habla al lector. Cuando en la segunda vez avancé hasta la 50 afirmé esta primera emoción. Joyce, naturalmente, habla a través de sus personajes, pero para sí mismo. Como una pintura surrealista, el lector debe avanzar sobre los diálogos y las contradicciones. Encuentra referencias a la cultura de la época, pero posiblemente jamás entienda lo que quería decir Joyce.
El delirio le entrega a la obra una proporción épica. Lo que tiene sentido porque Ulysses es el personaje de la obra de Homero, La Odísea. El mismo sentimiento que te deja intentar leer la obra magna de Joyce.
Aunque existan obras clásicas imprescindibles en los estantes de la casa, no significa que debamos leerlas. Pasa, personalmente, con El Paraíso Perdido, Crimen y Castigo o Historia de dos ciudades. Sin embargo, el 2 de febrero recordamos al hombre y su obra. Joyce y el Ulysses, Dublineses o el Retrato del artista adolescente. Su aporte a la literatura mundial es de gran importancia. Como la tela de Penélope, los audaces (o necios) empezaremos una y otra vez la lectura.