Hoy quiero salir de una zona de confort. Empezaré preguntándote: ¿alguna vez sentiste que el universo jugaba a las escondidas contigo? ¿Me refiero a esos ‘pequeños accidentes’ que jurarías son solo eso, simples chispazos del destino? Como esas galletas que, no sé cómo, terminan en tu boca a las 2 am, o esos textos que ‘involuntariamente’ te saltan a la vista desde un celular que no es el tuyo, mientras viajas en un bus… Vaya, vaya, no me mires con esa cara de ‘yo no fui’.
Con la tonada de «Pasaba por aquí» de Aute como cómplice, nos vamos a sumergir en ese revoltijo. Abrochate el cinturón, pana, porque podríamos rascar algunas heriditas. ¿Listo para zambullirte en la maraña de Aute y ver qué secretos desentrañamos? Tal vez al final, veas que esta no es solo una simple canción.
¡Caray! Si esta letra no es la crónica de todos los que intentamos fingir inocencia, no sé qué es. ¿No me creen? Pónganse en el lugar de estar parados bajo esa ventana, brillando más que luciérnaga en noche de verano, implorando en silencio una migajita de atención. ¡Ah, Aute! ¡Qué destreza para dejar al descubierto nuestras pequeñas miserias humanas!
Aute nos canta al oído y nos relata esos momentos en los que juraríamos, con la mano en el corazón, que «solo pasábamos por aquí». Pero vamos, todos sabemos que hay algo más. Es el gatito que, con cara de santo, mira el pez que ‘inexplicablemente’ terminó fuera del agua. ¿Stalkeo? Para nada, eso es para novatos. ¿Curiosidad enfermiza? Tampoco. Más bien, ¿será acaso ese inexplicable magnetismo que nos jala hacia lo prohibido, hacia lo que (ya) no nos pertenece? ¿O simplemente es la imperiosa necesidad humana de querer ser visto y reconocido por el otro? ¡Ah, la comedia humana y sus encrucijadas!
Veámoslo así
¡A ver, panas! Todos hemos hecho esas «visitas casuales» alguna vez. Y no, no estoy hablando de ir a ver a tu ex en plena medianoche (aunque quizás también). Me refiero a esos momentos donde intentamos ser más astutos que la vida, fingiendo sorpresa y alardeando de coincidencias. ¿Casualidad o causalidad? ¡Ay, compadre! Ahí está el detalle. Aute, con su lírica, nos pone en jaque, nos invita a cuestionar si nuestras «casualidades» no son más que simples actos premeditados.
«¡Sólo pasaba por aquí!» ¿Cuántas veces no hemos escuchado (o dicho) esa frase? Y aunque Aute juegue al desentendido, describiendo a un protagonista que jura «solo pasaba por aquí», todos sabemos que claramente busca algo, sabemos que detrás de cada «casualidad» se esconde una intención, un deseo, una herida que no cicatriza. Quizá un deseo oculto, un recuerdo que pica o simplemente esa nostalgia que, a veces, nos lleva por caminos inesperados.
Imagina esa ventana iluminada, en medio de la oscuridad de Madrid, que no es más que un faro de tentaciones pasadas, de recuerdos traicioneros, de esos amores que decimos haber superado pero que nos siguen tirando del anzuelo. Eso representa todas esas luces que nos atraen. Luces de tentación, de pasado, de recuerdos que no queremos, pero que, por alguna razón, seguimos regresando.
Ah, y no me vengas con cuentos, no me digas que no te ha pasado, porque todos hemos tenido a esa persona, ese «lugar» al que, como polillas a la luz, volvemos buscando… ¿qué? ¿Respuestas? ¿Redención? O quizás solo un poco más de drama, aunque sepamos que es más probable encontrarnos con más preguntas.
Y, al final, ¿qué sacamos de todo esto? Que, querido lector, la vida y sus «coincidencias», al estilo de esta melodía, no son más que un juego en el que a veces ganamos y otras… bueno, te dejas seducir por la luz de una ventana. A veces la vida, al igual que esta rola, está llena de encuentros fortuitos que, por más que intentemos disfrazar, tienen una razón de ser.
Así que, pana, la próxima vez que te encuentres «por casualidad» en un lugar familiar, acuérdate de Aute y piensa que, tal vez, ese destino no fue tan aleatorio después de todo.
Al final, todos hemos tenido nuestros momentos de «sólo pasaba por aquí», justificando por qué terminamos justo donde no deberíamos. Y aunque sabemos que no es la mejor decisión, hay algo en esa luz, en ese imán invisible, que nos sigue atrayendo.
Así que, ¿cuál es tu ventana iluminada? ¿A qué o a quién no puedes resistirte a regresar? Porque recuerda, compadre, a veces es mejor enfrentar esa luz que seguir justificando por qué siempre acabas pasando por aquí.
¡Salud, y no te dejes engañar por las luces brillantes!