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Pablo Celi, el nuevo jefe de campaña del “correísmo” (Opinión)

Por Omar Jaén Lynch

Pasan las semanas, cada vez les queda menos tiempo en el poder y eso los tiene desesperados. En la “mesa chica” saben que la situación está cuesta arriba y les quedan pocos meses para cumplir sus “objetivos”. Pero en ese minúsculo y perverso grupillo hay quienes son un poco más inteligentes e intentan guardarse las espaldas a futuro. Ahí, en el corazón de Carondelet, saben que si el próximo año se instaura una verdadera justicia independiente la pasarán muy mal.

En sus intentos para evitar su catástrofe personal, en la “mesa chica” están apurando las cosas. El viernes 19 de junio intentaron dar un zarpazo que los haría respirar un poco mejor. Usaron a su Torquemada para maniobrar políticamente y con eso bloquear a sus únicos contradictores reales: la Revolución Ciudadana.

El siempre diligente contralor Pablo Celi, por segunda ocasión, presionó para que el pleno del Consejo Nacional Electoral (CNE) eliminara del registro de partidos a Fuerza Compromiso Social (Lista 5), que acoge a las huestes del “correísmo”. Claro, Celi también puso en el paquete de “desechables” a otros movimientos de poca monta, incluyendo al del hermano de Lenín Moreno, para dar una imagen de apoliticidad en su informe. Pero acá nos conocemos todos y sabemos cuál es el objetivo.

Diana Atamaint, presidenta del CNE, no dio paso al análisis del informe de Contraloría por lo que la Lista 5, en teoría, podrá participar en los comicios de 2021, porque hasta el viernes se cerraba el registro de organizaciones políticas. Digo en teoría porque Celi no se cruzará de brazos. Tiene demasiada presión desde Carondelet como para aceptar sin más la decisión de la mayoría del organismo electoral. Que no nos sorprenda que Torquemada use alguna argucia legal para descabezar al CNE y eliminar a Fuerza Compromiso Social.

Pero más allá de lo administrativo, asombra que ningún asesor político le informe a Pablo Celi y a quienes lo empujan desde el poder que se están convirtiendo en los jefes de campaña del “correísmo”. El contralor con su accionar torpe y obvio le está concediendo a la Revolución Ciudadana el discurso de la “persecución política”. Ya incluso algunos periodistas acólitos del gobierno aceptan que bloquear electoralmente a la Lista 5 solo los fortalece e incluso que maniobrar para impedir su participación en 2021 daría una pésima imagen a la “recuperación de la democracia”.

Y tal vez en el Gobierno y Contraloría saben que bloquear al “correísmo” sería contraproducente en tema de imagen, pero las cifras los hacen desesperar. Y cuando hablo de cifras no solo me refiero a la intención de voto.

El país que hereda el morenismo

Lenín Moreno y su administración llevaron al Ecuador a la peor crisis económica de su historia y el panorama no parece que varíe hasta las elecciones. En los próximos meses se vendrá una oleada de desempleo, precarización laboral, abusos empresariales y ventas de bienes públicos. Se terminará de deshuesar al Estado y la gente de a pie la pasará muy mal. Con ese horizonte es muy complicado que el casi confirmado candidato oficial, Otto Sonnenholzner, pueda presentarse ante el electorado para ofrecer un cambio, si él mismo ha sido parte del descalabro del país.

Tampoco será sencillo para los aliados coyunturales que ha tenido Moreno en estos más de tres tortuosos años. Los CREO, PSC, BADI, PSP, Unidad Popular, Pachakutik y otros no podrán lavarse la marca de la alianza de la frente. La gente siempre sabe identificar a los causantes de su desgracia. Como lo dijo el propio Guillermo Lasso en algún momento, el Gobierno se dedicó a eliminar al “correísmo” a través del “vale todo” y con eso sacrificaron la economía. Ahora el país les pasa factura.

También es necesario hablar de otras cifras: las del propio “correísmo”. Muchos hablan que representan el 25% del electorado, otros del 30%, otros más optimistas los ubican en el 34%. Es muy complicado a varios meses de las elecciones medir las preferencias electorales, pero hay antecedentes que pueden dar algo de luces.

En la consulta popular de 2018 la única organización política que hizo campaña por el NO fue la Revolución Ciudadana. El Gobierno, con su tesis del Sí, venció en todas las preguntas, pero si se rememoran los resultados de las preguntas clave hay datos a rescatar. Por ejemplo, en la pregunta 2, presentada para impedir una reelección de Rafael Correa, el No alcanzó el 35,8%. Mientras que en la pregunta 3, la que dio paso al espurio Consejo de Participación Ciudadana transitorio, el 36,92% de los votantes se opusieron a la propuesta.

Sí, sé que es falto de rigor endosar votaciones pasadas a elecciones futuras, pero hay que tener presente que esa votación del “No” en su gran mayoría correspondió al grueso “correísta”. Y esos resultados se obtuvieron en el peor momento para quienes apoyan al gobierno pasado: la detención de Jorge Glas estaba fresca, el discurso de la “pesada herencia” bombardeaba a la gente y Moreno tenía a toda la prensa a su favor (ahora algunos se le bajan de la camioneta). Reitero, sé que las cifras de 2018 no se pueden calcar y trasladar al 2021, pero es un interesante ejercicio revisar esa “votación dura” en los momentos más críticos del correísmo. Datos al margen: en Ecuador, si obtienes el 40% de la votación con más de 10 puntos sobre el segundo puedes ganar en una sola vuelta.  

Contra el sectarismo

Eso sí, la Revolución Ciudadana y Rafael Correa deben pisar tierra y comprender que solos no llegarán a ninguna parte, más allá de tener un respetable bloque parlamentario. Si aún se mantiene el sectarismo -que lo hay- será muy complicado que retomen el poder. Urge una confluencia de fuerzas progresistas para frenar el embate neoliberal en el país. Si eso no se entiende, las opciones serán mínimas.

Todos sacan sus calculadoras y diseñan sus estrategias para el 2021. En el caso del Gobierno, es un tema de eludir la justicia a futuro; en el caso del “correísmo” de demostrar que maduraron y que los conflictos con aliados se pueden resolver. Mientras que para el ecuatoriano promedio será cuestión de vida o muerte.