EDITORIAL
*Omar Jaén Lynch
Periodista y docente universitario
No es un secreto que el gobierno se apuntala en la «fresca» imagen del vicepresidente Otto Sonnenholzner. La verdad es que no tienen muchas opciones si recordamos que Lenín Moreno pelea con Jamil Mahuad por ser el presidente con más baja aprobación y credibilidad desde el retorno de la democracia.
Sonnenholzner fue la cara visible de un régimen que optó en octubre pasado por implementar una medida económica de shock sin consultar/socializar con los afectados. Fue el rostro evidente de un gobierno que reprimió como nunca. Pero también fue figura clave en esa negociación con la Conaie que mantuvo a flote la administración de Lenín Moreno.
Pasada la turbulencia de octubre, los órganos de comunicación oficiales arrancaron con el relato que ahora “el Gobierno deja el escritorio para ir a territorio». Así iniciaron las giras de ministros y funcionarios por las provincias. Una funda de productos con el logo de «Lenín» por aquí, unas canchas sintéticas de $ 100 mil cada una por allá.
Pero todo se centra en Otto. Él es quien domina la escena, es quien comanda los eventos importantes. La maquinaria gubernamental a todo vapor.
Desde hace varios meses se habla de su candidatura presidencial. Tras lo de octubre, el rumor se enfrió, pero en enero de 2020 vuelve a tomar fuerza. Un tuit de Santiago Cuesta -sí, el que asegura que manda en la «mesa chica» de Gobierno- dio más pistas.
Días después, el propio Cuesta dijo en entrevista con La Posta que tras unos grupos focales llegó a la conclusión que Sonnenholzner tiene mejores cifras que cualquier otro precandidato presidencial. Más allá del avezado comentario, resulta incoherente afirmar que se obtuvo una cifra dura tras aplicar una herramienta metodológica cualitativa. Cuesta vende Sonnenholzner, lo expone, lo quiere colocar en la carrera presidencial, así invente situaciones sin sustento científico.
Da para pensar que un gobierno con números catastróficos de aceptación y credibilidad se aventure a presentar un candidato. Quien se postule asumirá el desastre de la administración de Lenín Moreno, que va desde el derrumbe económico (con las peores cifras de los últimos años), con un desempleo galopante (115.000 empleos adecuados se perdieron solo en 2019), la nula obra pública, hasta una crisis de seguridad que agobia a los ecuatorianos. Pero aún así, el gobierno pone todas sus fichas en Sonnenholzner.
Y salta la pregunta: ¿Quién sostiene esa candidatura? Me surge un nombre de inmediato: Guillermo Lasso. Y me dirán que me equivoco, que debe ser Jaime Nebot, quien fue el que aupó su designación como Vicepresidente.
Creo que a estas alturas Otto ya probó suficientes mieles del poder como para olvidarse de sus impulsores socialcristianos. Además tiene un círculo de aduladores mediáticos y empresariales que le dicen al oído que es el joven estadista que necesita el país.
Lasso es consciente de su desgaste político, a lo que se suma que su salud le impediría enfrentar una nueva campaña presidencial (estuvo al borde de la muerte por un accidente y una mala práctica médica en España). Por lo que no resulta sorpresivo que piense llegar a Carondelet sin que las luces lo enfoquen a él.
Link sobre accidente de Lasso: https://www.larepublica.ec/blog/politica/2013/04/11/guillermo-lasso-convalece-en-madrid-de-seria-operacion/
El banquero ve en Otto a un candidato joven, lisonjeado por los medios y empresarios, que tiene la venia de la Embajada de Estados Unidos, con buen manejo en redes sociales (con la intención de llegar a los centennials) y con el músculo electoral y comunicacional que tiene todo Gobierno en funciones.
¿Qué tiene que pasar para que se concrete la postulación de Sonnenholzner cobijada por CREO?, ¿qué le puede aportar Otto a los intereses de Lasso?, ¿en dónde queda Jaime Nebot en esta ecuación? Esto lo expondré en un próximo artículo, si es que el país no implosiona con tantos problemas.