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Perder la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo sería un duro golpe para la región (opinión)

Por: Pamela Aguirre

En medio de la emergencia sanitaria, que nos convoca a Unión regional, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha decidido impulsar la candidatura del abogado Mauricio Claver-Carone, su principal asesor para Latinoamérica, para que presida el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Sí, la presidencia de esta institución financiera, nacida en 1959, que tiene la finalidad de promover el desarrollo económico y la integración regional de los países del continente americano, está en peligro por el deseo malsano de Trump de equiparlo todo, sin importar las consecuencias.

En plena crisis sanitaria, de forma inesperada, Trump pisotea 60 años de historia; y es que Dwight Eisenhower, presidente republicano, en 1958, manifestó claramente que la presidencia del BID debía recaer siempre en manos de un ciudadano latinoamericano, y desde ahí se estableció como regla -no escrita- dicha disposición.

El acuerdo era claro. La sede sería en Washington, pero, a cambio, siempre estaría conducido por un latinoamericano, un compromiso que siempre se respetó por la palabra dada del propio Eisenhower, tanto por republicanos como por demócratas. Pero, llegó Trump al poder, aupado por otros mandatarios expertos en no cumplir reglas y dejar pisotear a Latinoamérica, para querer cambiarlo todo.

Resulta insólito que existan gobiernos latinoamericanos pusilánimes ante el quebrantamiento de esta regla -vigente durante los últimos 60 años- sin decir una sola palabra en contra. ¿De qué soberanía regional estamos hablando? Pues, no es una sorpresa que, entre los primeros en apoyar esta idea, se encuentre el gobierno de Jair Bolsonaro, quien está acostumbrado a actuar en pro de cualquier interés menos de su país; así como, el presidente de Colombia, Iván Duque; y ¿Adivinen quién más? Sí, Lenin Moreno, a través de su Ministro de Finanzas, Richard Martínez, quien ha manejado nuestra política exterior de manera servil. En entrevista, Martínez afirmó que ha mantenido diálogos con Mauricio Claver-Carone y que Ecuador apoyará al candidato de los Estados Unidos por sus atributos y cercanía con la región. El servilismo de este gobierno es asombroso, pero esta vez cruza los límites de la ética.

Presidentes del BID

El BID ha tenido a lo largo de su historia cuatro presidentes, todos latinoamericanos. “El primer presidente fue el chileno Felipe Herrera, quien estuvo en el cargo 10 años, de 1960 a 1970. Le sucedió el mexicano Antonio Ortiz Mena, quien permaneció al frente de la institución por 18 años (1970- 1988). Le siguió Enrique Iglesias de Uruguay (1988-2005) y, actualmente, se encuentra el colombiano Luis Alberto Moreno -desde 2005- “. Esta situación evidencia la existencia de un consenso histórico por la presidencia siempre en manos de Latinoamérica.

Sin chistar, Estados Unidos intenta imponer su candidato, mientras se menoscaba la candidatura de la expresidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, que sería la primera mujer al frente de la institución; asimismo dejando a un lado, al argentino Gustavo Béliz -quien trabajó en el BID por 15 años y que actualmente es asesor del gobierno argentino de Alberto Fernández-. Varios autores aluden a que detrás de esta asignación se esconde una agenda que privilegie los intereses del sector privado: “este señor va a politizar el banco, con una agenda muy derechista”.

¿Qué hacer desde Latinoamérica?

En septiembre de 2020, la Asamblea Anual designará al próximo presidente del BID. Nuestra tarea es lograr el apoyo de al menos 15 de los 28 países miembros y también respaldar los pronunciamientos a nivel regional para evitar que se realicen las elecciones, en dichos términos, pero, sobre todo, defender la función supranacional que nos ha permitido tener una Latinoamérica con profundo carácter de integración, sin la imposición de agendas políticas.

Esta es una de las pocas veces en que la derecha y la izquierda latinoamericana han acordado sumar sus esfuerzos en pro del multilateralismo. Es así que, en junio de 2019, exmandatarios latinoamericanos expresaron su rechazo. Entre ellos: Ricardo Lagos (Chile), Fernando Henrique Cardoso (Brasil), Julio María Sanguinetti (Uruguay), Juan Manuel Santos (Colombia) y el Ernesto Zedillo (México).

Ahora, nuevamente se suman y, expresan su rechazo, excancilleres como: Susana Ruiz Cerutti –última canciller del expresidente argentino Raúl Alfonsín- o Jorge Taiana y Rafael Bielsa -quienes estuvieron durante los gobiernos kirchneristas-, María Soledad Alvear Valenzuela – primera mujer en ocupar el cargo de Canciller durante el gobierno del presidente chileno Ricardo Lagos Escobar-, Mariano Fernández Amunategui – ministro de Relaciones Exteriores durante el primer gobierno de la presidenta Michelle Bachelet- y; exministros de Hacienda de Chile como: Eduardo Animat Ureta, Nicolás Eyzaguirre Gusmán, Felipe Larraín Bascuñan, entre otros.

Además, los fundadores del Grupo Puebla se pronunciaron, a través de un manifiesto, en desacuerdo con esta propuesta. Entre los firmantes: Luis Inácio “Lula” Da Silva, expresidente de Brasil; Rafael Correa, expresidente de Ecuador; Ernesto Samper, expresidente de Colombia; Fernando Lugo, expresidente de Paraguay; Dilma Rousseff, expresidenta de Brasil y otros.

Bajo la misma consigna, el Foro Permanente de Política Exterior (FPPE), rechaza la pretensión del gobierno estadounidense para presidir el BID. En este sentido, el organismo sugiere la postergación de las elecciones, por al menos seis meses, y que la región elija al candidato. También, insta al gobierno de Trump a retirar la candidatura de Mauricio Claver-Carone, respetando el derecho legítimo de que quien la presida sea un latinoamericano.

Sin lugar a duda, son ellos quienes conocen las implicaciones de la perdida de la presidencia para la región. Esta vez tiene que imponerse la madurez política y el criterio de soberanía. Este es el momento en que los políticos latinoamericanos debemos mantener un rol activo para que nuestra histórica presidencia del BID no sea arrebatada.

La historia nos conmina a exigir que nuestros gobiernos den su voto por un latinoamericano. Es necesaria una total madurez política para que, como Latinoamérica, mantengamos una sola postura de mantener al BID con su carácter técnico y su función supranacional, sin aceptar que desde el organismo nazcan presiones para su uso político.