María Isabel Burbano, periodista.
El expresidente ecuatoriano Gabriel García Moreno, para nadie es un secreto, fue un ferviente católico. Su educación se desarrolló en el Colegio Nacional San Fernando y en la Universidad Central del Ecuador. De esta forma aprendió sobre derecho civil y canónico; aunque siempre tuvo allanado el camino para el sacerdocio, la política le interesó más.
Tan brillante como cruel. A García Moreno, su práctica religiosa, no le impidió mandar al patíbulo a sus enemigos y retractores. Las paredes cercanas a la Plaza de la Independencia se tiñieron de sangre a su paso. Esta violencia de Estado que aplicó en su Mandato no le sirvió para impedir ser asesinado por Faustino Rayo, un 6 de agosto de 1865.
DIOS NO MUERE
En la parte baja del Palacio de Carondelet se observa la inscripción: «Dios no muere». La frase no es del todo trillada. El legado del «Santo del Patibulo», como lo bautizó Benjamín Carrión, en su obra homónima, se visibilizó en la educación, la ciencia, el ejercicio de la política y las costumbres sociales. Todas estos espacios estaban atravesados de una profunda atmósfera religiosa.
En los tiempos de García Moreno no existía la figura del laicismo en la política ecuatoriana, tal avance llegó de la mano de Eloy Alfaro en 1895.
En el caso de Guillermo Lasso, cabe preguntarse si debería asistir con su gabinete a la misa de «reconsagración» al Sagrado Corazón de Jesús, previo a una reunión de Gabinete, tal como ocurrió el pasado domingo 13 de junio. Hay que tomar en cuenta, que el 25 de marzo de 1974, el Ecuador ya se había consagrado al Sagrado Corazón de Jesús.
Separar al mandatario del ciudadano creyente no es simple, posiblemente no se pueda. No obstante, actos como los del Presidente Lasso podrían afectar el rumbo de un país y las políticas de respeto a los derechos humanos.
Antes de llegar a la Presidencia, Lasso había solicitado el veto total al Código de la Salud, (2020) a pesar de los beneficios que tenía para ciertos grupos sociales. Posterior, durante su mensaje presidencial, aclaró que sería el Presidente de un Estado Laico.
En 2012, según datos del Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos, el 91,95% de los ecuatorianos afirmó ser católico. Al parecer, la línea que divide a la Iglesia del Estado es todavía muy delgada.
Por lo visto, ese temido Dios, al que recurren los políticos creyente, seguirá siendo un eje de poder en Carondelet. Su sed de sacrificios y paciencia infinita es cebada a menudo con misas y ofrendas.
¿Es lo que esperaba usted de este Gobierno?