por Juan Paz y Miño Cepeda
En el contexto general de la historia contemporánea de América Latina destaco al menos los siguientes puntos para comparar la situación coyuntural entre Argentina y Ecuador.
UNO. Con el avance del siglo XXI, existe un proceso mundial de reordenamiento de los poderes centrales: mientras declina la hegemonía de los Estados Unidos, ascienden China, Rusia, los BRICS-Plus. En consecuencia, América Latina es una región en disputa, al mismo tiempo que lentamente se proyecta como otro espacio del Sur Global con definiciones y estrategias propias, de la mano de los gobiernos progresistas, pero no de los empresariales-neoliberales. En los procesos electorales ya no solo obran las fuerzas políticas internas, sino también las internacionales. El americanismo monroísta no ha dejado de actuar para “influir” sobre ellos, porque a los EE.UU. convienen los gobiernos que respondan positivamente a sus geoestrategias mundiales y a su seguridad nacional. Se suma una internacional derechista consolidada, tanto en áreas académicas como políticas, e integrada en fundaciones y organizaciones bien financiadas, que igualmente trabajan para el éxito electoral de sus preferidos. Desde luego, el triunfo de gobiernos de la derecha política pasa a ser una garantía para los intereses monroístas. Lenín Moreno y Guillermo Lasso calzaron perfectamente con esos intereses. Es muy claro que Daniel Noboa y Javier Milei no son antimperialistas. Donald Trump y Jair Bolsonaro fueron los primeros en encantarse con el triunfo presidencial de Milei. Tampoco hay que dejar a un lado la felicitación que recibió por parte del presidente chino Xi Jinping. Pero, además, en el contexto de las geoestrategias centrales, están claros los del Secretario de Estado de los EE.UU. y de la General Comandante del Comando Sur sobre la “” que representan Rusia y principalmente China, junto con señalar el rol de las alianzas militares para contrarrestarla, al viejo estilo del TIAR y del macartismo. En todo caso, esos propósitos no conjugan con Estados y empresarios que han creado relaciones económicas con esos países y también chocan con los gobiernos progresistas que cuestionan el caduco monroísmo. Sin embargo, el candidato Milei fue un “negacionista” de lo ocurrido durante la dictadura militar que implantó el Estado terrorista-anticomunista entre 1976-1983, en lo cual coincide con la visión del expresidente Bolsonaro sobre el largo período dictatorial civil-militar en Brasil. Pero Ecuador no tuvo dictaduras como las que caracterizaron al Cono Sur. Desde el retorno a la democracia en 1979 en Ecuador y en 1983 en Argentina, no se han producido golpes de Estado militares, aunque en Ecuador hubo asonadas encabezadas por figuras militares en 1987 y 2000 y por la policía en 2010, además de que el “derrocamiento constitucional” de presidentes en 1997, 2000 y 2005 tuvo que contar, finalmente, con el “arbitraje” de las fuerzas armadas. La pregunta que se impone es si habrá un límite o tope directo de la institución militar frente a las transformaciones que quieran impulsar los gobiernos neoliberales y más aún los libertarios anarco-capitalistas, pero también los progresistas de izquierda. Lo que está claro es que se requerirá de reformas urgentes en las fuerzas armadas y policías para enfrentar, con efectividad, la delincuencia y el crimen organizado, que están afectando la seguridad ciudadana en toda América Latina y que responden a la internacionalización de mafias con capacidades para penetrar en los aparatos de los Estados. En Ecuador, el embajador de EE.UU. llegó a referirse a la existencia de “narco-generales”, un asunto que sigue en el vacío.
DOS. Los medios de comunicación e información son múltiples y variados con el desarrollo del internet y ahora la inteligencia artificial; pero la televisión sigue jugando un papel político decisivo y aquí predominan las compañías privadas de grandes recursos, junto con los periódicos y revistas impresos que requieren fuertes inversiones. Esos medios empresariales defienden intereses privados y mantienen estrechos vínculos con la clase empresarial en general y mayor cercanía con los grupos y personalidades políticas de las derechas. En consecuencia, promueven candidatos de esas filas y protegen a gobernantes que los representan. En Ecuador promovieron a Lasso y a Noboa, al igual que lo hicieron con Milei en Argentina, quien era un “outsider” político, pero no mediático, como lo ha subrayado Atilio Borón. El papel de los medios alternativos y de las redes sociales, según los estudios existentes, es dividido, porque actúan en función de las candidaturas y acciones de gobierno, aunque adquieren significación diaria que pasa a ser contundente, lo cual ha resultado decisivo, por ejemplo, en el apoyo que por su intermedio se difunde a las causas de los movimientos sociales. De todos modos, la convergencia de las élites se ha transformado en bloques de poder que, con el acceso gubernamental al Estado, lo subordinan a su servicio. En Ecuador ese bloque logró unificarse con el gobierno de Moreno y dominó con el de Lasso. El férreo vínculo entre medios de comunicación y políticos empresariales ha extendido una “cultura” que generaliza las ideas neoliberales y que adquiere peso incluso entre clases medias y sectores populares, favoreciendo el voto por figuras como Lasso, Noboa o Milei. Las reacciones ante la ineptitud gubernamental de Lasso han dividido temporalmente al bloque de poder que lo sostuvo: tiene reducidos partidarios, una parte se alejó y hoy lo critica, así como otra parte ha decidido cuestionar y aún atacar al presidente Noboa por el acuerdo parlamentario con el “correísmo”. Sin embargo, es posible que ocurra la reunificación de fuerzas, si Noboa mantiene el modelo empresarial-neoliberal y oligárquico o si se prioriza la convergencia derechista para impedir, nuevamente, el retorno del “correísmo”, considerado como el enemigo principal. En esas filas tampoco se ha ocultado la satisfacción por el triunfo de Milei; y, de hecho, Verónica Abad, la vicepresidenta de Noboa, difundió sus convicciones libertarias en plena campaña electoral y en forma independiente, cuestionando la existencia de “derechos” como educación y salud o abogando por la privatización de la seguridad social. Apenas posesionado el presidente Noboa dispuso (Decreto No. 27), de acuerdo con la Constitución, que la vicepresidenta tenga, como única función, ser «colaboradora para la paz y precautelar el escalamiento de la conflictividad entre Israel y Palestina«, aclarando: “Para el cumplimiento de estas funciones la Vicepresidenta estará en la oficina de la Embajada del Ecuador, en Tel Aviv”, lo que ha motivado especulaciones sobre un “divorcio político” ya visible antes de las elecciones.
TRES. Los fundadores del neoliberalismo presentaron ideas parcialmente aplicables y seguidas en los mismos países de origen, pero que tuvieron reconocimiento (Friedrich von Hayek y Milton Friedman recibieron el premio en honor a Nobel) por estar dirigidas contra el “comunismo”. Hayek, en debate con Keynes, privilegió la “libertad” ante el supuesto “estatismo” de su detractor. Pero el neoliberalismo no penetró en América Latina hasta que los “Chicago Boys” lo introdujeron con la dictadura militar de Augusto Pinochet en Chile. Se impuso sobre la sangre de miles de “comunistas”. En la década de 1980 se implantó con el FMI y sus “cartas de intención”, que condicionaron el pago de las deudas externas de la región. El neoliberalismo fue acogido por las burguesías latinoamericanas como el ideario que fundamentaba sus tradicionales intereses económicos. Hoy, las derechas políticas de la región, por sobre sus diferencias y matices, coinciden en un puñado de consignas económicas: no al Estado interventor, no a los impuestos, no al trabajo regulado, privatización de bienes y servicios públicos, mercados libres, apertura indiscriminada al capital extranjero. Pero la experiencia histórica del neoliberalismo es diferenciada: en los EE.UU. provocó desindustrialización, mayor concentración de la riqueza y repotenciación de las corporaciones, como lo destacó Joseph Stiglitz en Capitalismo Progresista. En Europa no se desmontó del todo el Estado de bienestar y hoy siguen vigentes los servicios públicos universales en educación, salud y seguridad social. En América Latina se asimiló un neoliberalismo tergiversado, a través del cual se interpretó el modelo económico de los EE.UU., el ídolo de un supuesto mercado “libre” de todo. Pero tanto Europa como EE.UU. tienen Estados fuertes, con enormes capacidades económicas. Y en Europa hay altos impuestos para sostener los servicios públicos. De modo que en América Latina la experiencia “neoliberal” fue desastrosa durante las décadas finales del siglo XX, incluyendo a Chile, el país ejemplar en el modelo. Múltiples estudios, como los de la CEPAL, lo demuestran. En todas partes, las condiciones de vida y trabajo no fueron solucionadas y el “cuadro del subdesarrollo” persiste en cualquier país. Esas condiciones determinaron el surgimiento del primer ciclo de gobiernos progresistas a inicios del siglo XXI, tras el cual sobrevino un período de gobernantes conservadores y neoliberales y después solo pocos gobiernos del segundo ciclo progresista. En Ecuador el desastre neoliberal no solo fue económico, sino que se reflejó en la crisis institucional y gubernamental: entre 1996 y 2006 hubo 7 gobiernos, 1 dictadura nocturna y los 3 presidentes surgidos de elecciones populares fueron derrocados. El gobierno de Rafael Correa (2007-2017) enrumbó al país hacia una economía social del Buen Vivir y los positivos resultados en el avance igualmente constan en informes nacionales e internacionales. Por eso triunfó Lenín Moreno en 2017, entonces promovido por el correísmo; pero lo traicionó de inmediato y revivió el modelo empresarial-neoliberal. Lasso, banquero y millonario, presidía “Ecuador Libre”, un tanque de pensamiento libertario anarco-capitalista del que también provinieron varios de sus ministros y altos funcionarios, de manera que consolidó el camino restaurado por Moreno. Los resultados sociales del gobierno de Lasso son desastrosos incluso por el desarrollo de la delincuencia y el crimen organizado, inédito en la historia nacional y consecuencia del “achicamiento” de las capacidades estatales, que arrastró a las de seguridad interna. A tal punto “Lasso es un fracaso” (frase generalizada en las redes), que tuvo que acudir al mecanismo constitucional de la muerte cruzada para evitar el juicio político en la Asamblea y su destitución; dejó el poder como el peor presidente evaluado en el país (un 15% de aprobación) y en América Latina (CID-Gallup) y se despidió afirmando “Yo entré como un liberal en materia económica y me retiro como un socialdemócrata que respeta la democracia”. ¿Podría suceder lo mismo con el presidente Milei? Como contraste, el nuevo presidente Noboa, al menos en su programa, admite ciertos servicios públicos. Pero Milei no solo habló en campaña de privatizarlo todo, sino que anuncia que salud y educación deben pasar a manos privadas y que los argentinos deben pagarlos. Si Milei tiene el éxito que sus votantes suponen, en toda Latinoamérica se inundará la experiencia argentina y lucirá incontenible. El problema es que no existe en el mundo capitalista un solo Estado que haya aplicado los principios anarco-capitalistas, ninguna potencia central ha estrangulado el Estado como creen los neoliberales latinoamericanos y las nefastas experiencias históricas de esas ideas están a la orden del día en cualquier país de la región que se escoja para estudiarlo.
CUATRO. Entre los movimientos sociales de Ecuador el de los indígenas es el más fuerte y organizado, incluso en Sudamérica (junto a Bolivia), mientras es débil y muy dividido el de los trabajadores. Ambos tuvieron líderes que, guiados por su fanático anti-correísmo, respaldaron a Moreno. Después, los votos de esos sectores contribuyeron al triunfo de Lasso en 2021, particularmente en la Sierra y la Amazonía, para evitar que gane el “correísta” Andrés Aráuz. No ha ocurrido lo mismo con Noboa pues amplios sectores indígenas votaron por Luisa González. De todos modos, el movimiento indígena ha tenido jornadas de lucha fundamentales y las movilizaciones de 2019 y 2022 contaron con amplio apoyo popular. Moreno y Lasso acudieron a la represión, los líderes fueron judicializados y también se criminalizó la protesta social. Sin embargo, Pachakutik, el partido indígena, no tiene fuerza electoral. El país tampoco tiene partidos sólidos y grandes, exceptuando la Revolución Ciudadana (el correísmo) y medianamente el derechista Social Cristiano, hoy en decaída. Según un reciente estudio de Cantú-Carreras sobre las preferencias electorales en América Latina, ante la falta de partidos institucionalizados los electores no votan por razones ideológicas, sino por los candidatos que subjetivamente les cautivan. Es lo que sucedió con Noboa, quien captó votos incluso por ser “nuevo” y “joven”. También hay, sin duda, una reacción nacional contra los viejos políticos y la vieja política, sobre todo entre las nuevas generaciones, que no vivieron el progresismo de la década presidencial de Rafael Correa. Pero en Argentina no hay un movimiento indígena que se parezca al ecuatoriano y, en cambio, los sindicatos tienen tradición y fortaleza, además de que el peronismo, el radicalismo y otros partidos igualmente cuentan con presencia histórica. Sin embargo, tampoco se votó por Milei por razones ideológicas, sino como reacción a los “malos” resultados del gobierno de Alberto Fernández, según coinciden varios analistas, y también contra la “casta” política vieja, continuamente atacada por el verbalismo discursivo de Milei. Todo ello es lo que movilizó el voto joven. Pero en Ecuador y Argentina hay un sector social que el partidismo y el movimientismo han descuidado: la población desempleada y subempleada (en Ecuador 65% de la PEA) en la que tanto Noboa como Milei captaron votos, que representan la desesperación por un “cambio” que parece posible solo con personalidades “nuevas”.
De los puntos señalados podrán derivarse múltiples conclusiones. Lo que deseo resaltar es que el neoliberalismo y mucho menos el libertarianismo, no podrán solucionar los problemas históricos de América Latina. No veo cómo Noboa, perteneciente al grupo económico más rico del país, pueda tener éxito en año y medio de gestión sin cambiar la matriz empresarial-neoliberal afirmada por los dos gobiernos antecesores en los últimos seis años. Y si todo va bien en Argentina, y se conquista ¡por fin! el soñado paraíso de la empresa privada sin Estado, también el país estará rodeado del infierno de quienes no podrán comprar educación, salud o seguridad social y tampoco bienes clave para la vida digna y el bienestar. En América Latina el capitalismo nunca ha funcionado como en los países centrales. En esta región durante el siglo XXI se ha agudizado lo que K. Marx denominó como lucha de clases, que en el mediano tiempo histórico se expresa en la confrontación entre economía empresarial-neoliberal y economía social del bienestar. Lo que cada vez se observa con mayor agudeza es que para reimponer el neoliberalismo toma fuerza el fascismo.